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José Ciordia, Joaquín Roa, Isabel Arteaga... Con el respaldo de las firmas de más de cuarenta profesores de Filosofía de diez institutos de Nafarroa

Sobre la Navarra de los ciudadanos

Si la situación no se remedia, y dado que la alternativa a la religión se convierte en una mera caja vacía, todo nuestro alumnado recibirá una educación específica en ética y valores democráticos de tan solo dos horas semanales

La democracia no es sólo una forma de acceder al poder; es, ante todo, un modo de ejercerlo. Y el ejercicio del poder en democracia tiene sus límites que ningún gobernante puede burlar. En efecto, no cualquier decisión de un Estado de derecho posee el label de calidad democrática. Sólo aquella decisión que vela por el interés general, porque la democracia, «el más hermoso de los regímenes» hasta para la opinión de un aristócrata como Platón, es un invento de los ciudadanos para proteger sus propios intereses. Así que los ciudadanos no son de la democracia, ni ésta es de los gobernantes, sino que ambos, gobernantes y democracia, son de los ciudadanos. Porque está en la definición: la democracia es el gobierno de los ciudadanos. Así que ellos son lo primero y principal.

Pero, según como sean los ciudadanos, así será la democracia. Por eso se necesita una educación para la ciudadanía, de la misma forma que se necesita educación para la sensibilidad ecológica, estética o moral.

La naturaleza no produce ciudadanos, por tanto, es preciso formarlos. Esto se consigue cuando los futuros miembros de la sociedad toman conciencia de la dignidad de su condición: la de no ser súbditos de nadie, sino pertenecientes a una comunidad de sujetos iguales y libres. De estar, tejas abajo, solos y tener el destino en sus manos. Para esa gran tarea se precisa formación, educación: sacar al individuo de la comunidad de iguales. En consecuencia, no hay democracia sin una ciudadanía consciente de su condición de tal.

Esta tarea educativa es responsabilidad de todo el colectivo social, y lo que es responsabilidad de cada parte ha de serlo, sin duda, del todo, de las mismas instituciones políticas. Porque resultaría suicida una comunidad política que no se promocione a sí misma, que no promoviese el amor a la cosa pública. Y esto no es de ningún modo adoctrinamiento. Al contrario, la conciencia de ciudadanía es completamente indispensable en nuestras sociedades, cada vez más cambiantes y complejas, para favorecer la cohesión y poder vivir juntos en armonía.

Ahora tenemos una buena ocasión de corregir este déficit democrático, pues nunca habrá buena democracia sin buenos ciudadanos. Por eso consideramos una feliz iniciativa que el Gobierno, en sintonía con estos principios y siguiendo las recomendaciones de la Comunidad Europea, haya introducido una asignatura nueva, Educación para la ciudadanía, en los actuales programas de estudio.

¿Y qué propone nuestro Gobierno foral? Reduce al mínimo la presencia de Educación para la Ciudadanía. Esto resulta manifiesto en la ESO. En este periodo escolar la educación para la ciudadanía ha quedado reducida a nada. Si hasta ahora el concepto de ciudadanía era abordado en la asignatura de Etica de cuarto curso de ESO, con dos horas semanales, ahora ambas asignaturas tendrán en conjunto las mismas dos horas, con la desventaja de aparecer como las asignaturas de menos entidad del programa de estudios.

Si la situación no se remedia, y dado que la alternativa a la religión se convierte en una mera caja vacía, todo nuestro alumnado recibirá una educación específica en ética y valores democráticos de tan solo dos horas semanales. Podían haber optado, la ley lo permitía, por tres horas. Sin embargo, han decidido que sea la Religión y Moral Católica la que quede con seis, en lugar de con cinco, que también autorizaba la ley.

Y nos preguntamos, ¿estas decisiones favorecerán la participación ciudadana en cantidad y calidad? Parece obviamente que no, si nos ocupamos de que nuestros jóvenes ni siquiera sepan lo que son: ciudadanos. Está claro que frente a la inflación y «profundización» en las asignaturas troncales -matemáticas, lengua...- la vergonzante presencia de Etica y Educación para la Ciudadanía es en sí misma un mensaje sobre su nula importancia, que nuestro alumnado, pragmático, cazará al vuelo.

¡Vaya gente que nos gobierna, que ensucia su propio nido! ¿Estos son nuestros servidores públicos? ¿Cómo vamos a creer que trabajan por el bienestar público? Y si no es esto lo que les mueve, ¿qué intereses persiguen? ¿Hemos de darle la razón a Marx cuando decía aquello de «acumular, acumular, que ese es vuestro Moisés y vuestro profeta»? ¿Se trata, entonces y en verdad, de poder y propiedad?

Por nuestra parte nos oponemos a esa «solución final» que ha encontrado UPN-CDN para ambas asignaturas, Etica y Educación para la Ciudadanía. Reclamamos su presencia digna en las aulas. Para no sembrar de incultura política y de sectarismo nuestra tierra.

Apelamos a la conciencia del público a meditar el asunto. Las Elecciones, ese momento en que toda la realidad social y política queda en suspenso y en el que tanto vale un ciudadano como otro, donde todo es posible, son una buena ocasión para que el único, primero y principal, el ciudadano, emita su veredicto.

A los actuales gobernantes o a quienes han salido elegidos por las urnas se lo demandamos.

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