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GARA en los Balcanes

Kosovo espera que la ONU oficialice su estatus de país independiente

El avión que nos lleva a Prístina está medio vacio. En él vamos, además de unos pocos europeos occidentales, varias familias de kosovares que regresan a casa tras visitar a sus familiares emigrados. También viajan algunos jóvenes que trabajan en Austria o Alemania y que regresan a Kosovo de vacaciones. Uno de esos jóvenes hace de traductor entre las azafatas y una pareja de kosovares con cinco niñas, una de las cuales no deja de llorar.

Iñaki SOTO

De entre los occidentales destacan una docena de militares de KFOR, la misión de la OTAN en Kosovo y varios altos cargos de entidades oficiales y de organizaciones no gubernamentales. Los grupos no se mezclan. Uno de esos funcionarios es de origen kosovar, pero acompaña a un delegado de una organización no gubernamental extranjera. Un miembro de la embajada británica se les acerca y entablan una conversación en inglés sobre su trabajo en Prístina.

Al llegar al aeropuerto de Pristina nos atienden en las ventanillas miembros de la UNMIK, la Administración Interina de Naciones Unidas en Kosovo. Nos preguntan si nuestra visita es por trabajo o por turismo. Nos ponen el sello y pasamos a recoger el equipaje. Entrar en Kosovo ha sido un trámite, largo pero tranquilo. A la hora de salir comprobaremos que el control de la emigración es mucho más estricto cuando se trata de salir de Kosovo, especialmente para los locales.

En un principio, inocentes, contemplamos la posibilidad de llegar a Pristina por la carretera que la enlaza con Podgorica, capital de Montenegro: 264 kilómetros. Sin embargo, cumplido el primer año de independencia, aún sigue siendo difícil conseguir un coche de alquiler en Podgorica que no esté matriculado en Belgrado. Aquellos que conocen bien la región nos han indicado en todo momento que no se nos ocurra transitar por Kosovo con un coche matriculado en Serbia.

Aunque en un principio parece una medida exagerada, pronto nos damos cuenta de que la advertencia está justificada y documentada. En este momento, la situación en Kosovo es aparentemente tranquila. Sin embargo, los informes sobre acosos, palizas o enfrentamientos entre miembros de las comunidades son bastantes comunes.

En consecuencia, hemos tenido que tomar un avión hasta Viena y realizar alrededor de 2.000 kilómetros en el aire para realizar un trayecto que en coche dura algo más de tres horas. Un avión medio vacio en el que, finalmente, llegamos a Prístina.

«Welcome to UNMIKISTAN»

Nada más llegar a la capital de Kosovo llama la atención la fuerte presencia militar en las afueras y la multitud de coches oficiales con siglas de todo tipo. El taxista, de todo modos, nos indica que «ahora ya no hay tantos». Camino del hotel vemos vehículos militares de los carabineros italianos y de la gendarmería francesa, además de gran cantidad de patrols blancos con las letras UN pintadas en las puertas.

En un local hemos visto un póster en el que aparecen en fila las docenas de modelos de vehículos que patrullan o deambulan por la capital de Kosovo. Debajo de la imagen del parque móvil diplomático se puede leer en letras mayúsculas: UNMIKISTAN.

Thank You USA!

Uno de los elementos en común entre Kosovo y el resto de los Balcanes orientales es la manera suicida de conducir de los conductores. El taxista que nos ha recogido en el aeropuerto frena bruscamente en un semáforo y enfrente, en un edificio, vemos una pancarta en inglés y albanés anunciando que estamos en el Boulevard Bill Clinton, con una imagen gigante del político norteamericano saludando. No en vano, Clinton es el presidente que comparó el genocidio en Kosovo con el Holocausto y que autorizó el bombardeo de la OTAN contra Serbia, Montenegro y Kosovo en 1999.

Como comprobaremos más tarde, los albaneses de Kosovo tienen auténtica devoción por todo lo estadounidense. Por ejemplo, celebran el día de acción de gracias y es común ver carteles pegados en farolas y postes en los que se expresa esa gratitud con un sonoro «Thank You USA!». La diáspora albanesa es importante en Estados Unidos y en estos momentos está ejerciendo una fuerte presión para que la Administración Bush cumpla con los compromisos hechos a los albaneses de Kosovo. De hecho, a principios de este mes Bush tiene una visita oficial programada a Albania y, aunque no se espera que se desplace a Kosovo, todos esperan que se pronuncie sobre la independencia de Kosovo.

En estos momentos, en los que toda la población kosovar está pendiente de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el estatus final de Kosovo, la mayoría albanesa tiene todas sus esperanzas puestas en la primera potencia mundial para conseguir la independencia. Algunos consideran que de no darse tal resolución las autoridades de Prístina podrían proclamar la independencia unilateralmente. Eso sí, con el apoyo y el reconocimiento de Estados Unidos. En estos momentos, en todo caso, parece poco probable.

Shpend, que trabaja en un ultramarinos del centro de Prístina, lo tiene claro: «Digan lo que digan los rusos, ¡Seremos independientes gracias a los americanos!». «¡Y al UCK!» agrega, por si había dudas.

Vida cotidiana y costumbres

El centro de Pristina está marcado por diferentes edificios oficiales: el edificio del Gobierno de Kosovo, los cuarteles de KFOR, el edificio central de la OSCE... Alrededor de esos edificios conviven los miembros de la comunidad internacional destinados en Kosovo, los trabajadores y voluntarios de todo tipo de ONG y los kosovares que trabajan en la administración o en servicios -bares, restaurantes, comercios...-.

En los cafés del centro de Prístina se pueden ver, sentados en mesas contiguas, a kosovares que conversan entre ellos blandiendo entre sus manos papeles oficiales de la Unión Europea y a europeos que hablan entre ellos intercambiando papeles oficiales sobre Kosovo.

Según nos alejamos del centro, los occidentales van desapareciendo y en las esquinas, cobijados a la sombra de árboles que crecen en medio de las aceras, se congregan grupos de kosovares de mediana edad.

La mayoría de los hombres mayores llevan una pequeña boina calada y visten chaquetas de sastre de corte antiguo. Algunas mujeres llevan el traje tradicional de diario con la cabeza cubierta con un pañuelo a tono, pero la mayoría visten falda y jersey. Los jóvenes van desde el chándal hasta los vaqueros y camisas o camisetas de marca.

Economía A y economía B

Una parte muy importante de la economía en los Balcanes es la construcción y Kosovo no es una excepción. Al igual que en el resto de Europa, genera ingentes cantidades de dinero. Al igual que en el resto de Europa, parte de ese dinero es legal y otra parte importante no lo es. En ese sentido, el blanqueo de dinero es otro de los pilares de la economía. El contrabando es parte de la economía de la región y la administración internacional no ha podido atajar ese problema.

Aparte de la construcción, el principal agente económico de esta región es la administración. En este caso, nos referimos tanto a la administración regional o local, como a la derivada de la delegación internacional. Ambas están subvencionadas por todo tipo de entidades, fundaciones e instituciones y mantienen contratadas a miles de personas en Kosovo.

En todo caso, el desempleo es uno de los grandes problemas de Kosovo hoy en día. Según un estudio reciente, la mitad de los jóvenes desean emigrar a otras zonas de Europa para conseguir un trabajo y llevar una vida mejor. Aquellos que trabajan para organismos internacionales son casi los únicos que se sienten optimistas sobre el futuro. No en vano, sus sueldos doblan y triplican los salarios medios de sus vecinos. La gran promesa del gobierno interino y de la comunidad internacional es que, una vez que se establezca el estatus definitivo, las inversiones extranjeras empezarán a llegar atraídas por la estabilidad legal. En privado, las personas que trabajan en las entidades extranjeras son más cautos al respecto.

Vascos en Kosovo

Asier y Mikel trabajan en Kosovo. El primero es de Urretxu y trabaja como subdirector de Derechos Humanos en la misión de la OSCE para Kosovo (ver entrevista en Gaur 8 de la semana pasada) y el segundo es un joven de Iruñea que trabaja para MPDL (Movement for Peace), una ONG que tiene oficinas en varias zonas de los Balcanes.

Nos juntamos en un bar para hablar de política, de los Balcanes, de Serbia y Kosovo y cómo no, también un poco de Euskal Herria. En general, confirman la impresión general de tranquilidad que causa Prístina y matizan algunos de los tópicos con los que los occidentales nos acercamos a esta otra zona de Europa.

En general, los dos están contentos con el trabajo que desarrollan. Asier trabaja directamente con la administración y Mikel ahora está desarrollando su labor en un proyecto con los desplazados que quieren retornar, especialmente las familias de serbios que abandonaron Kosovo a partir de 1999. Admiten que su trabajo está lleno de contradicciones, pero dicen que, en general, tiene consecuencias positivas para la población y que eso es satisfactorio.

Prístina de noche

Asier tiene un niña pequeña y le relevan en la mesa Nedzad y Bekim, que trabajan con Mikel en la oficina del MPDL. También se une a la charla la compañera de Mikel. Bekim es albano-kosovar y trabaja como asesor legal para la MPDL. Nedzad es un bosnio de Montenegro. Tiene su familia en Podgorica y va habitualmente allí. Dice que ahora, después de la independencia, puede decir más tranquilamente que es de Montenegro. Antes eso generaba desconfianza o rechazo entre los albaneses.

Otra ONG regional que trabaja con jóvenes de distintos territorios de los Balcanes ha realizado recientemente una campaña contra la discriminación. La campaña termina con una fiesta en sus locales y decidimos ir. Un DJ y varias decenas de jóvenes (bosnios, serbios...); casi todos trabajan con ese organismo. La mayoría son gays, un colectivo que tiene muchos problemas también en esta región de Europa.

Una vez terminada la fiesta nos dirigimos al Zanzi bar, un local donde un grupo local hace versiones de rock internacional -The Police, Jimmy Hendrix...- mezcladas con alguna versión rock de temas populares kosovares. Excepto nosotros, el resto son albano-kosovares. Un poco más tarde se acercan hasta aquí varios miembros de otras ONGs. El local está lleno y, como decía un anuncio, la noche es joven, también en Prístina.

De vuelta al hotel paso junto a varias mezquitas en el distrito turco. Es tarde y aún llevo conmigo los ritmos de la banda del local. El contraste con los rezos a todo volumen que salen de las mezquitas es aún mayor.

Planes de futuro

Como hemos visto por la noche, no todos los jóvenes están pensando en marcharse. También hemos conocido alguno que, tras haber vivido algunos años en el extranjero, están planeando volver. Es el caso de Arber, de Mitrovica. Tiene 30 años y vive en Italia desde hace catorce, cuando sus padres lo mandaron allí junto con su hermano mayor para escapar de la segregación impuesta por Milosevic. A pesar de no tener ningún idioma en común, conseguimos entendernos, entremezclando mi italiano de Tonino Carotone y su inglés de Steven Seagal. El año que viene regresa para casarse con su novia, que tiene una zapatería en su pueblo.

Le pregunto por cómo vivió los bombardeos desde el exilio, estando gran parte de su familia en Kosovo. «Muy mal, con mucha impotencia porque desde allí no podíamos hacer nada» comenta. «Lo único que podíamos hacer era apoyar la lucha -agrega-. Yo financié al UCK durante los tres años más duros del enfrentamiento» dice en voz baja, pero claramente orgulloso. «Sin ningún tipo de contrapartida, que quede claro».

Arber ve el futuro con esperanza. «El año que viene vuelvo allí y lo que voy a encontrar es mejor que lo que recuerdo. Ahora hay oportunidades y con la independencia habrá más». Respecto a la relación entre las comunidades, especialmente tensa en Mitrovica, espera que mejore: «Hay tensión. Mi pueblo es el ejemplo más claro. Estamos separados y no hay convivencia. Pero pienso que la gente está cansada y que tenemos una opción de hacer las cosas bien».

Visita a Kosovo Polje

Camino del aeropuerto hemos visitado las afueras de Kosovo Polje, el lugar donde en 1389 la armada otomana arrasó al ejercito serbio y donde, 600 años más tarde, Milosevic arengó a los serbios contra sus vecinos albaneses. Kosovo Polje está en las afueras de Prístina y es uno de los varios núcleos alrededor de la capital donde existen vecindarios de serbo-kosovares.

Hemos venido hasta aquí para conocer a Nenad, un serbio-kosovar que trabaja con Mikel. En la casa familiar viven sus padres, sus hermanos y su abuelo, un antiguo partisano de cerca de 90 años que, a diferencia del resto de su familia, habla perfectamente el serbio y el albanés. La evolución desde el abuelo que creció junto con amigos albaneses y que habla ese idioma perfectamente, hasta Nenad, que apenas ha compartido nada con la otra comunidad hasta que ha comenzado a trabajar en MPDL, y que desconoce totalmente el idioma, marca el desarrollo de la política de los diferentes gobiernos durante los últimos 70 años.

Nenad es la otra cara de la realidad en Kosovo. Relata los excesos de la mayoría albanesa y siente un miedo profundo hacia ellos. Se queja amargamente de tener que asumir la responsabilidad colectiva de actos en los que ningún miembro de sus familia ha estado envuelto. «Mi abuelo fue partisano con Tito y mi padre hizo el servicio militar hace décadas. Desde entonces ninguno de nosotros hemos tenido relación alguna con el ejercito ni con la policía. ¿Por qué tengo que pagar yo por lo que han hecho otros?» pregunta, retóricamente.

KO técnico

Kosovo es hoy un territorio independiente con una soberanía no regulada en el plano internacional. El Plan Ahtisaari es un intento por regularizar ese estado real. «Tu lo has visto -me comenta Jetmir, otro camarero- somos independientes y sólo falta que la comunidad internacional lo acepte».

Ese plan viene a dar curso legal a esa realidad. En principio, es una propuesta compleja y bastante equilibrada que garantiza la independencia supervisada, pero que también concede importantes poderes a las minorías. El desarrollo del plan está hoy fuera del debate a pie de calle, pero los kosovares pronto tendrán que ver cómo se gestionan las otras propuestas de ese plan, más allá del status definitivo. Una de las frases más repetidas por los gobernantes occidentales es que Kosovo es un caso único en el mundo. Los gobiernos utilizan esa idea para expresar que las medidas propuestas por Ahtisaari para Kosovo -sobre todo la independencia supervisada- no son extrapolables a los conflictos que ellos tienen abiertos.

En principio, se puede estar de acuerdo con lo excepcional del caso kosovar sin asumir esa segunda lectura interesada. En todo caso, cabe resaltar que aquí, más que un caso único hemos visto decenas, cientos de casos únicos. Es imposible condensar todos esos casos, ni en un artículo ni en un plan, y dependerá de todos los kosovares, de los albaneses y de los serbios, pero también de las otras minorías, como los gitanos, el resultado final después del conflicto.

Dicho esto, sólo se puede concluir que Kosovo ha ganado este combate por puntos, después de empezar perdiendo, estar a punto de besar la lona, devolver los golpes bajos con la permisividad del arbitro y aguantar el último asalto bailando hasta aburrir a su contrincante.

Veneración por Rugova y apoyo al ejército de liberacion de Kosovo

Ibrahim Rugova fue elegido presidente de Kosovo en las elecciones del 2001 y permaneció en ese puesto hasta su muerte, hace ahora año y medio. Rugova lideró la resistencia pacífica en la década de los 80 y los 90. Una resistencia que se centró en construir una especie de estado paralelo para hacer frente a la segregación de los albaneses en Kosovo. Organizó escuelas y hospitales y practicó la desobediencia civil frente a la discriminación serbia. También se opuso a recurrir a la violencia para resistir a los serbios. Por ello, siempre tuvo una relación tensa con el UCK, siglas en albanés del Ejercito de Liberación de Kosovo.

En la mayoría de edificios oficiales y en muchos cafés y hoteles la fotografía de Rugova aparece en un lugar preferencial, a modo de mausoleo. Todos los albaneses de Kosovo lo veneran y muchos lo consideran «el padre de la nación». Sin embargo, entrando un poco más a fondo, todas las personas con las que hemos hablado consideran que el verdadero artífice de la independencia de Kosovo y la parte más efectiva de la resistencia contra la opresión ha sido el UCK.

Fatmir, camarero de 40 cuarenta años, lo expresa así: «Rugova era un buen hombre, casi un santo. Pero no consiguió nada. Es cierto que sobrevivimos, pero a costa de ver a nuestros hermanos y a nuestros hijos morir o escapar». Sus palabras expresan amargura. «En cambio, el UCK respondió a los serbios en su propio lenguaje». Hace un breve descanso para lavar un vaso y recapitula diciendo: «Rugova nos enseño el valor de resistir, pero la lucha del UCK nos ha traído el respeto. Y pronto, la independencia».

Tras los Acuerdos de Dayton, en 1995, en los que Kosovo ni siquiera aparecía mencionado, la lucha armada del UCK obtuvo un fuerte apoyo de la población albanesa. Tras los bombardeos de la OTAN y la salida de Slobodan Milosevic, el UCK se desmanteló oficialmente, pero de él han surgido varios partidos que agrupan a toda una élite dirigente que cuenta con el beneplácito de la comunidad internacional, y el Cuerpo de Protección de Kosovo, germen de un futuro ejército kosovar. La presencia del CPK en las carreteras y en las calles de los pueblos de Kosovo es constante.

11.000

kilómetros

cuadrados y algo más de 2 millones de personas, de las cuales un 92% se identifica como albaneses. Los serbios rondan el 6% y el resto pertenece a otras minorías, los gitanos, por ejemplo.

De tópicos y latiguillos mediáticos

La mayoría de los albano-kosovares se consideran a sí mismos musulmanes, pero también hay católicos y una minoría de ortodoxos. Las relaciones entre todos ellos son tirantes. A diario, las plegarias lanzadas al aire desde las mezquitas que pueblan los barrios de Prístina rompen el ruido de las obras o el silencio de la noche. Pero, según nos dicen las personas con las que hemos estado, en contra de la imagen que se transmite al exterior, la religión no es un elemento central de la vida en Kosovo. La mayoría de los albano-kosovares se identifica como musulmanes, pero en general viven la religión de una manera bastante relajada.

De hecho, es difícil abstraerse de la imagen que tiene este pueblo en los medios de comunicación de la Europa occidental. Noticias que casi siempre relacionan a albano-kosovares con el crimen organizado. En consecuencia, el término «albano-kosovar» se ha convertido en una especie de latiguillo mediático -como sucede, por ejemplo, en el Estado español-, de clasificación criminal popular que sirve lo mismo para un roto que para un descosido. Los albano-kosovares con los que hablamos, caso, por ejemplo, de Valdrin, que es graduado en administración y trabaja en un hotel en Italia, se enfurecen al preguntarles sobre este tema.

1.160

gasolineras

en Kosovo, una cifra imposible de sostener. Del mismo modo, el tráfico de todo tipo de productos es también importante: armas, droga, tabaco... El contrabando es parte de la economía de la región.

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