ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA
Incógnitas en Araba y Gipuzkoa
Los pactos en Nafarroa parecen estar más pendientes de Madrid que de Iruñea y en Bizkaia nadie duda de que la Diputación y el Ayuntamiento de Bilbo serán para el PNV. Las alcaldías de Donostia y Gasteiz se dan por adjudicadas al PSE, por lo que las mayores incógnitas que quedan por despejar son quién gobernará en las diputaciones de Araba y Gipuzkoa. Y la cosa está complicada. PNV y PSE necesitan de algún tipo de acuerdo, aunque sea de no agresión, en Gipuzkoa y Araba, pero sus intereses en uno y otro herrialde son antagónicos. El tripartito podría servir, pero su reedición o no también está llena de peligros.
Iñaki IRIONDO
Los partidos han dedicado la semana a analizar los resultados de las elecciones del domingo y a marcar sus posiciones de salida de cara a la conformación de los gobiernos de las nuevas instituciones. Todavía no han comenzado las negociaciones pero, de partida, ya se observa que no parece que ninguna de las formaciones que ha obtenido representación vaya a tener en consideración la voluntad popular que en una parte significativa se ha expresado con un voto después anulado.
Este dato es especialmente significativo en Gipuzkoa, donde «olvidarse» del voto de la izquierda abertzale es dejar de lado a la segunda fuerza política del herrialde, que ha sido la primera en la circunscripción de Oria y que va a acceder a un número significativo de importantes alcaldías. Pero ese dato parece no tener ningún interés para los partidos que ya han iniciado sus cortejos de apareamiento.
Mientras que al candidato jeltzale Markel Olano parece como si se lo hubiera tragado la tierra, Miguel Buen, como representante del partido más votado, ha asumido de inmediato su protagonismo y ha movido el escenario político echando los tejos a EA. Iñaki Galdos se deja querer y centra sus mensajes públicos en reflexiones de calado sobre el futuro del nacionalismo vasco y sobre la necesidad de contar con el PSE para la búsqueda de la normalización política. Hay quien cree que la pareja puede cuajar. Hay quien sostiene que no es más que un intento de subir la cotización de EA antes de iniciar las verdaderas negociaciones con el PNV.
Pero nada es sencillo porque, en el fondo, subyacen enormes problemas.
El primero, la definición dentro de la propia EA. Galdos, que ha encabezado al sector crítico, con un apoyo cercano al 40% del partido, se ha convertido en el candidato que mejores resultados ha obtenido. Ayer, el secretario de organización de EA, Rafa Larreina, recordó que los pactos los decide la Ejecutiva Nacional. En su literalidad, el mensaje iba dirigido al candidato del PSE, Miguel Buen -que había afirmado que «Iñaki Galdos ha conseguido mejores resultados que la señora Errazti»- pero a buen seguro no era el único destinatario del mensaje.
Lo lógico, por la propia trayectoria de Galdos y de EA, sería que este partido se uniera al PNV en una coalición de gobierno que podría tener un acuerdo de legislatura o algún otro punto de apoyo estable con EB-Aralar. Sin embargo, en determinados ámbitos políticos se dice que lo que se conoce del escándalo de la Hacienda de Irun no es más que la primera erupción de un volcán que está a punto de estallar definitivamente. Esto hace que el PNV se convierta en un socio poco deseable para compartir ahora responsabilidades en la Diputación de Gipuzkoa.
En Araba el panorama es igualmente complejo. A PP, PSE y PNV apenas les separan 651 votos. El primero tiene 15 escaños y los otros dos 14. PP y PSE ya han mantenido alguna reunión, pero de momento siguen echándose los trastos a la cabeza. En el PNV valoran la posibilidad de establecer algún tipo de alianza con EA y Ezker Batua-Aralar. Esto le permitiría a su candidato, Xabier Agirre, contar con una base de 18 junteros. Si PP y PSE no uniesen sus fuerzas y cada uno votara a su propio candidato, el próximo diputado general de Araba sería jeltzale.
Esto, evidentemente, exige algún tipo de acuerdo con el PSE, que podría pasar porque este partido se convirtiera en socio principal para la aprobación de los grandes proyectos como los presupuestos anuales, a cambio de que el PNV contribuya a facilitar las cosas a Patxi Lazcoz en el Ayuntamiento de Gasteiz.
La fórmula tiene el escollo de que el PSE de Gipuzkoa ha anunciado que vería como «una agresión gratuita» que Buen no fuera diputado general. Puesto en la tesitura de elegir, es más probable que el PNV prefiera gobernar en Gipuzkoa que en Araba. Por lo tanto, si el PNV descabalga al PSE en Gipuzkoa, no es fácil que este partido le eche una mano en Araba.
Por otra parte, ANV ya anunció ayer que el objetivo inicial de sus cuatro junteros oficiales es evitar que el PP vuelva a liderar la Diputación de Araba, lo que extendió a los municipios del herrialde. Es una variable que hay que tener en cuenta. Además, destacó los resultados obtenidos en Trebiñu, donde han logrado un concejal en cada uno de los dos ayuntamientos. Esos ediles están dispuestos a acuerdos, siempre que se sustenten en programas. ANV lamentó que la candidatura independiente de Trebiñu haya optado por acercarse al PSE antes que a la izquierda abertzale.
Durante estos días se ha insistido en que la fórmula del tripartito de Lakua no servía para el conjunto de territorios. Antes tampoco. Pero sí sirve para gobernar con tranquilidad en Bizkaia, hacer algún tipo de arreglo en Gipuzkoa -donde EB-Aralar no comparte importantes proyectos con PNV y EA- y aupar a un jeltzale a diputado general de Araba, aunque luego las cuestiones esenciales tenga que negociarlas con el PSE; a fin de cuentas, esto es lo que está haciendo el lehendakari.
La fórmula tiene el problema de si EA querrá entrar en un gobierno en minoría en Araba -para sufrir el desgaste de la inestabilidad y seguir pegada al PNV- y si se arriesgará a los peligros que entraña Gipuzkoa. Pero si rompe la fórmula del tripartito, habrá quien le acuse de entregar en bandeja la cabeza de Juan José Ibarretxe a aquellos que quieren acabar con él desde fuera del PNV... y desde dentro.