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Cumbre del G8 en Alemania

Zona roja, casas blancas, bloque negro

Martes, vísperas del G8. Heiligendamm se viste de niebla. La locomotora de vapor se impulsa, cansina, fuera de la estación, y sigue su camino por la costa del Báltico. El pueblo queda en silencio. Al preguntar por el camino hacia la playa, el único pasajero que ha bajado del tren sonríe desorientado: «Tendrá que ir por el bosque, ya que han cerrado todos los caminos habituales», responde, y se desliza hacia su lugar de trabajo.

Conny BEYREUTHER

Faltan sólo unas horas para que la Policía y el Ejército cierren el cerco levantado alrededor de Heiligendamm, un pequeño pueblo de casas blancas levantado al borde del Báltico, y, especialmente, alrededor del hotel que acogerá la cumbre del G8 (el grupo de los ocho países más ricos del mundo, al menos en teoría. En realidad, la formación del grupo es mucho más política que económica) el próximo miércoles, jueves y viernes, el Kempinski Gran Hotel.

Será en este lujoso hotel-balneario (de cinco estrellas plus) donde la canciller federal alemana, Angela Merkel, recibirá a sus homólogos del Grupo de los Ocho: sin duda, un excelente lugar para tomar café en un ambiente desenfadado y sacarse todas las fotos de familia que quieran. De hecho, van a pasar alrededor de 36 horas prácticamente encerrados en el hotel para hablar de cosas ya habladas y pactadas anteriormente por sus respectivos gobiernos (y/o por algunas multinacionales).

Y es que sus representantes, sus ministros y funcionarios llevan meses negociando, palabra por palabra, la declaración final que pueda surgir, salvo fracaso estrepitoso, del encuentro informal de los jefes de Estado y de Gobierno en Heiligendamm. Aunque, de momento, únicamente conocemos las impresiones de los representantes gubernamentales en torno al lugar del encuentro: consenso generalizado, según declararon recientemente, en que es «so lovely». Luego se verá si el contenido es tan maravilloso.

«Crecimiento y responsabilidad» es el lema elegido por las autoridades de Berlín durante su año de presidencia del G8, con especial atención, mediática al menos, a la cuestión del cambio climático y al desarrollo del continente africano.

Escenificación

En relación al primer tema, George W. Bush no quiere firmar nada al respecto y, más o menos como siempre, propone seguir hablando y hablando en un marco ampliado a quince países. El desarrollo del continente africano centrará buena parte de los debaters de los ocho gobernantes, aunque parece un sinsentido hablar de África sin China (y, especialmente, sin África, obviamente), puesto que el gigante asiático (que en muchos ámbitos compite ya directamente con Estados Unidos) otorga en estos momentos más créditos a África que el propio Fondo Monetario Internacional.

Es cierto que la presión para escenificar un acuerdo de algún tipo está aumentando: Merkel ya ha anunciado que subirá a 750 millones de euros la ayuda para África en 2008, y según ha declarado al diario Bild (en su edición codirigida por Bob Geldof -«Geleitet für einen Tag von Bob Geldof»-, pretende llegar en 2010 al 0,51% del PIB; toda una señal para el resto de países, que probablemente habrán olvidado a estas alturas que en cumbres anteriores ya quedaron en subir ese porcentaje al simbólico 0,7%.

Sea como fuere, Angela Merkel, doctora en Física, lleva semanas rebajando las espectativas de la cumbre. George Bush, como es bien conocido, opina que reducir las emisiones de dióxido de carbono atenta contra el american way of life. Y su homólogo ruso, Vladimir Putin, tampoco parece que vaya a aportar mucho. En todo caso, el ambiente está crispado debido, entre otras cosas, al escudo antimisiles que quiere colocar EEUU cerca de las fronteras occidentales rusas.

Con estos mimbres, lo que queda es una escenificación, un espectáculo que costará al contribuyente alemán la friolera de 100 millones de euros.

Un bosque de cables y vallas

Acercarse a la playa y al Grand Hotel por el bosque es una experiencia extraña: un camino de hayas atravesado por miles de cables y andamios y, de vez en cuando, cabinas metálicas, misteriosas, herméticas (todavía). Y, apenas unos cincuenta metros antes de llegar al lujo del Kempinski, villas abandonadas con las fachadas desconchadas. Belleza durmiente y mundos paralelos entre la niebla; una imagen casi fantasmagórica.

Heiligendamm significa Dique de los Santos. Cuenta la leyenda que en medio de un huracán unos monjes lograron, mediante sus rezos, que se erigiera un gigantesco dique de piedra ante las olas enfurecidas del Báltico, lo que permitió salvar el convento, la cofradía. Con el tiempo, los edificios levantados ante este inmenso mar interior se convirtieron en el primer balneario alemán; posteriormente fue hospital de guerra y durante la RDA pasó a ser un balneario terapéutico de la seguridad social. Tras la caída del Muro, como otras tantas cosas, fue vendido y el nuevo propietario privatizó no sólo el edificio, sino casi la totalidad del centro del pueblo, junto con sus caminos y sus playas. Pero se olvidó, o no quiso, cumplir la parte del trato que le obligaba a restaurar las villas protegidas. Ahora, aprovechando la llegada del G8, en lugar de respetar sus compromisos los actuales propietarios se han dedicado a demoler algunos edificios históricos de Heiligendamm.

Es extraño caminar entre la niebla. Cada pocos metros, siluetas dobles, policías o militares. Estos últimos están construyendo, a marchas forzadas, un helipuerto para los mandatarios.

Cerca, tres trabajadores (obligados a trabajar por un euro la hora) se afanan en rescatar de la arena grisácea un grupo de rosales. Preguntados por el camino, responden con un sonoro Jaaaa; todavía quedan unos dos kilómetros. Y nos damos de bruces con la valla. Tan lejos del hotel que es imposible captar en una imagen valla y hotel: exigencias del propietario del hotel para evitar una imagen no deseada. Y exigencia, claro está, de los ocho mandatarios, que no quieren ver ni vallas metálicas ni molestos manifestantes desde su retiro. Dieciocho años después, de nuevo, un muro.

Constitución violada

El Gobierno ha dado el nombre de «Kavala» (ciudad blanca, en Grecia) a esta operación policial. Dicen los responsables del mayor dispositivo policial en la historia de la RFA que «invitan» a quienes se acerquen a protestar a la costa báltica a hacerlo pacíficamente, «y con buen criterio». Curioso... sobre todo porque, por si acaso, han levantado una valla de seguridad de 13 kilómetros de longitud y han desplegado 16.000 policías, más un número indeterminado de militares, lo que atenta directamente contra la Constitución alemana.

Pero hay más: están los GSG9, grupo militar de élite, y agentes del servicio secreto, agentes federales; y un portaviones estadounidense en la perpendicular del hotel (aunque, al igual que la valla, convenientemente alejado para que no forme parte del paisaje)... y una red en el mar a quinientos metros de la costa. De hecho, la valla también se sumerge en el mar (no está prohibido el baño, pero cualquiera se atreve).

El dispositivo se completa con aviones de vigilancia AWAC de la Alianza Atlántica y cazabombarderos Phantom. ¿Y el famoso espacio Schengen? Retirado, una vez más, puesto que han vuelto a colocar los controles fronterizos. Ya han llegado los bomberos (por si acaso), y se espera a unos 4.600 periodistas... los que hayan logrado pasar por el filtro de la Policía secreta alemana (han denegado la acreditación a una veintena de periodistas de medios de izquierda «por motivos de seguridad»).

¿Y todo esto por qué? Porque, según los responsables policiales, existe un «alto riesgo `abstracto´ de acciones terroristas, que podrían aprovechar la masa de manifestantes, etc etc...».

La Policía hasta le ha echado «poesía» (con perdón) al tema. Dicen en su revista especial editada con motivo de la operación «Kavala» lo siguiente: «Justo delante de la gigantesca bañera profundamente azul del mar Báltico se encuentra la provincia vacacional de Mecklenburg-Vorpommern...». En fin.

La Constitución federal es una de las víctimas de esta operación, aunque el artículo 129a admite tantas interpretaciones que hoy parece un chicle. Hace unos días Merkel criticaba a Putin por coartar o violar la libertad de expresión. El pasado 9 de mayo, la Policía alemana llevaba a cabo detenciones y registros como «prevención» de cara a la cumbre del G8, amén de interceptar cartas, difundir caballos de Troya informáticos o coger incluso pruebas de olor que sus perros pudieran utilizar. Vladimir Putin ya se olía algo cuando le respondió a Merkel que a ver cómo actuaba ella en Heiligendamm.

Sea como fuere, lo que vaya a suceder en las próximas jornadas ya tiene un precedente o una pista: la manifestación celebrada el pasado lunes en la ciudad de Hamburgo, que discurrió absolutamente rodeada por la Policía y que se saldó finalmente con más de un centenar de detenidos. Estas detenciones, y las «preventivas», han provocado ya que los cien abogados «activistas» estén trabajando a todo gas y que incluso se esté recabando ya dinero para pagar los juicios que sin duda llegarán tras la cumbre.

Regreso a Rostock

Algunos grupos buscan vías, formas y huecos para tantear la seguridad de la valla. Dos golondrinas se posan en la alambrada y cuatro activistas del grupo Robin Wood han «ocupado» dos árboles en la zona prohibida. Los policías llegan corriendo y un lugareño les comenta, con sorna: «Ya veis que aquí las chicas guapas hasta crecen en los árboles». Los dos árboles flanquean la carretera, y entre ambos han desplegado una pancarta que dificulta el tráfico y que dice así: «Divertirse juntos en lugar de decretar desde arriba».

El tren de vuelta de Heiligendamm a Rostock, llamado tiernamente Molli (una atracción turística que une Kühlungsborn West con Bad Doberan y ocupada a esta hora por un grupo de jubilados), llega envuelto en humo. Al caer la noche, cerrarán su paso y sellarán los raíles hasta que pase la cumbre. En Bad Doberan se cambia a la red ferroviaria moderna, que también esconde una sorpresa. A mitad del recorrido hacia Rostock los altavoces invitan a una parada de dos minutos para... ¡fumar! Es extraño pensar que esta misma empresa le sirve al Ministerio de Interior para alertar de cualquier movimiento masivo de gente hacia el Báltico, hacia Heiligendamm.

Desde la ventanilla, saucos, iglesias robustas de ladrillo rojo, molinos de viento, fábricas en ruinas, furgonetas de la Policía, lugareños... y algunas miradas de recelo o de desconfianza hacia los antiglobalización, alimentadas incesantemente, y a diario, por algunos medios de comunicación, que parecen empeñados en generar una situación de excepcionalidad.

Es ésta una región aislada, con una economía ciertamente precaria: viven aquí, en Mecklenburg-Vorpommern, 36 personas por kilómetro cuadrado, y el paro es de un 20% de la población activa.

Rostock

Una pasajera que hasta llegar a Rostock leía poemas de Brecht, de pie, al lado de la puerta, se parapeta al salir tras su MP3. En un tejado, una pintada: «Aquí el G8 también está creando pobreza».

Rostock. Un barrio nuevo rodeado de un parque; unos chicos que hablan en ruso enfrentándose al xirimiri mientras aprovechan la llegada de tanto extranjero (los antiglobalización) para pedir cambios, unas monedas.

Esta ciudad será uno de los centros principales de la protesta. La izquierda, algunas organizaciones al menos, tratan de aprovechar la cita como plataforma, para intentar reavivar los movimientos sociales. Esperan encontrar el modo de mover el centro un poquito a la izquierda.

La ciudad acogerá acciones para todos los gustos y colores. De hecho, hasta la mismísima Iglesia «amenaza» con llevar a cabo cadenas humanas, espacios de silencio, misas, velatorios, ocho minutos de campanadas en un centenar de iglesias a la vez y un despliegue de unas 30.000 velas.

Los distintos grupos de la Iglesia estarían situados en el lado reformista de las organizaciones anti G8, junto con la mayoría de los partidos políticos más o menos «oficiales».

Si colocáramos a estos elementos de la ecuación en un extremo y a los «radicales» en el otro (con la Interventionistische Linke y Dissent en el lado de las organizaciones descentralizadas y los troskistas en el lado centralista), nos quedarían Attac y algunas ONG en el centro. Todos ellos y muchos más estarán en Rostock y en muchas de las acciones que tendrán lugar como protesta o rechazo a la cumbre del G8.

Acciones de todo tipo, desde la cumbre alternativa que contará con la participación de los «habituales» Jean Ziegler, Walden Bello, Susan George o la premio Nobel alternativa Vandana Shiva, a los bloqueos masivos o descentralizados, pasando por las jornadas de acción y la marcha de la «estrella» del día 7, llamada así porque varias marchas convergerán hacia Heiligendam ese día, o tratarán de hacerlo al menos. Rostock acogerá este sábado una manifestación que se prevé masiva, y que será el primer toque serio de cara a las jornadas de la cumbre. Para esa jornada los neonazis también han anunciado su intención de celebrar una marcha en Schwerin (a una hora en tren), lo cual probablemente provoque una concentración antifascista. Más «trabajo» para el Bloque Negro, más terreno por cubrir para los antifascistas y autónomos que conforman la parte más radical del movimiento.

Centro de Convergencia

Como en citas anteriores, también esta llamada contra la cumbre y contra las políticas diseñadas o amparadas por el G8 cuenta con su Centro de Convergencia, o «cuartel general» de los distintos movimientos. El principal, especialmente por su cercanía a Heiligendamm, está en Rostock, pero funciona otro en Hamburgo y todo un espacio de convergencia en el legendario barrio de Berlín Kreuzberg.

El Centro de Convergencia de Rostock se encuentra en un barrio de arquitectura socialista, con muchos jardines y zonas verdes. Ocupa una antigua escuela de grandes ventanas que será demolida este mismo mes de junio. Llueve, y no hay nadie en la calle. La bandera anarquista ondea en el edificio; nadie es ilegal aquí.

Los «veteranos» saludan las nuevas llegadas, y entre todos se afanan por decorar los largos pasillos de la escuela, preparando infraestructuras, arreglando «bicicletas de acción» (bicicletas comunitarias que pueden utilizarse para las «acciones»). Hay un punto de información y muchos idiomas al viento: alemán, inglés, ruso...

En una esquina, dos jóvenes sentados en un sofá reciclado limpian espárragos de temporada (los de esta zona son famosos). Cocina vegana para todo el mundo. Más allá, una chica con un ramo gigante de amapolas ojea el material informativo, mientras se arremolina un grupo inquieto y ruidoso en torno a un ordenador portatil en el que se proyecta -y comenta- una manipulación en vídeo colgada en la página web de la revista «Der Spiegel» sobre unos supuestos campos de entrenamiento para los antiglobalización en Rusia. Revuelo y mucho cachondeo entre los presentes.

En Rostock se han levantado tres campamentos auto organizados, participativos, con sus lugares de encuentro y una potente agenda cultural, pero todavía queda mucho por organizar.

Acciones previas

Una movilización de estas características, obviamente, requiere una larga planificación. En este caso concreto, año y medio. Valga como ejemplo que Attac ha realizado cerca de mil acciones de información hasta el momento para ganar adeptos entre la población. Otros llevan meses en camino, como las caravanas de bicicletas que prevén llegar desde Budapest, Laponia o Bélgica. La Internacional Hedonista, por su parte, dice (malinterpretando a Epicuro) que la política debería ser divertida. Hasta el ejército intergaláctico de payasos rebeldes organiza talleres y caravanas... (y no es broma).

En una de las mesas del Centro de Convergencia puede comprarse un disco de música preparado para el evento, y se anuncia un gran concierto para el jueves en el que se anuncia la presencia de Bono (U2), concierto que tendrá lugar tras la «temida» marcha de la «estrella» hacia el Dique de los Santos.

El G8 no es legítimo

Desobediencia civil y la legimitidad propia son la base de la protesta. El G8 no es legítimo, se puede leer en paneles, carteles y folletos. Desde Génova y Göteborg las protestas de este tipo han cambiado ligeramente. Impera la resistencia pasiva, aunque la Policía trate en todo momento de fomentar la imagen de los manifestantes «violentos» para justificar, se supone, la posterior represión. En estos días se habla, asimismo, de que la experiencia de las protestas contra los «trenes nucleares» entre Alemania y el Estado francés puede servir de base para las protestas y acciones del movimiento antiglobalización.

Los debates son intensos estos días: se discute sobre conciencia revolucionaria (si esa conciencia se crea con la práctica en las acciones de resistencia, con solidaridad y confianza), sobre si ir o no.

Charlando con Lea Voigt, portavoz del Block G8, que está organizando una demostración para la prensa y para los habitantes del lugar de cómo prevén desarrollar el bloqueo, de cómo funciona. Buscan contrarrestar la fuerte presión y campaña de criminalización que están desatando el Gobierno y sus medios afines. Preguntada por la presencia de los payasos rebeldes, Lea Voigt levanta la vista del ordenador e indica que están «camino hacia el `bombódromo´», una zona que la OTAN quiere usar para probar sus bombas. ¿Queda alguno por aquí? Con una sonrisa encantadora, responde: «Nunca se sabe, porque un payaso rebelde no siempre se reconoce a simple vista».

Campamentos por barrios

Los tres campamentos montados alrededor de Heiligendamm tienen una capacidad para miles de personas, pero los organizadores ya preveían que, probablemente, se quedarían cortos. Centenares de tiendas de campaña (que probablemente se extenderán a los prados de alrededor), y campamentos organizados por barrios.

La mayoría de los asistentes esperan que los campamentos sean lugares activos de debate, participación y acción, no sólo para dormir. Aunque hay quien recuerda ocasiones -como ocurrió en Praga en la cumbre del FMI y del BM- en los que la Policía rodeó y bloqueó campamentos, los portavoces esperaban más «tranquilidad» en esta cita. C. B.

13

kilómetros

de longitud; 2,5 metros de altura más medio metro bajo tierra; y un coste de 12,5 millones de euros. La valla está equipada con alambradas, cámaras de vigilancia y detectores de movimiento. Y policías con sus perros adiestrados a lo largo de todo el perímetro.

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