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Todos quieren negociar.... el gobierno de las instituciones, ¿y el proceso?

La primera semana tras los comicios del 27-M ha estado marcada, inevitablemente, por los primeros tanteos para la conformación de los gobiernos en las instituciones locales y forales. En ese contexto, ha sido Nafarroa el centro de la atención de todas las miradas, las propias del país y las de quienes desean, por emplear la desafortunada expresión, que Nafarroa sirva de moneda de cambio.

En este sentido, lo ocurrido en el herrialde cobra especial significación, por suponer un punto y aparte con respecto a un periodo político marcado por la utilización de las instituciones navarras al servicio de una visión excluyente, en un intento de convertir a este territorio en una especie de fetiche para una derecha española que pretende que Nafarroa sea una piedra en el camino del proceso de resolución. En este sentido, no se descubre nada nuevo si se afirma que tal propósito ha chocado con la voluntad ciudadana, máxime cuando, ya echando cuentas en la CAV, destacados dirigentes del PP, como el presidente del partido en Bizkaia, Antonio Basagoiti, reflexionan en voz alta sobre la torpeza política de utilizar un mismo discurso de trazo grueso tanto por encima como por debajo de Miranda de Ebro.

Es evidente que el daño causado por la utilización de la cuestión vasca, y en particular de la «venta de Nafarroa» en el discurso político, ha tenido que ver lo suyo en los resultados arrojados por las urnas. Otra cosa diferente es que la alternativa de cambio que se atisba en Nafarroa vaya a romper de plano con la política que subyace a ese discurso burdo y poco sutil. En este sentido, los cortejos a Fernando Puras que han marcado la semana postelectoral no han servido para arrojar mayor luz, salvo el que en su primera intervención tras los comicios, el líder del PSN ya se encargó de remarcar que su apuesta de cambio es, en lo básico, una apuesta de no cambio del marco antidemocrático que rige en el herrialde y cuya razón de ser no es otra que apuntalar la división de los cuatro territorios del sur vasco.

En ese mensaje de Puras, tendente a ratificar la validez del Amejoramiento, se percibe un tono de continuismo que no puede sino causar desvelo en cuantos ven en los resultados un mensaje de cambio político. Aunque se trate de abordar como base de una mudanza de gobierno las «cuestiones sociales», a nadie se le oculta que construir una alternativa real en Nafarroa pasa por abordar la cuestión de fondo. El resto puede ser utilizado para tranquilizar a los sectores del PSN más reacios a pactar con NaBai e IU, pero en el fondo sólo viene a aplazar una asignatura pendiente para Nafarroa y para el conjunto de Euskal Herria.

Una mesa sin contertulios

Las tomas de posición de unos y otros en el escenario postelectoral prometen convertirse en el eje central de la actualidad política y mediática también en la semana que entramos. Al igual que en Nafarroa, la falta de mayorías claras ha desatado la fiebre de los pactos para las diputaciones de Araba y Gipuzkoa. Pese a los deseos del Gobierno de Lakua de reeditar el tripartito, ampliado con Aralar, a esa fórmula no le salen los números, lo que obliga a pensar en otras combinaciones que, de hacerse realidad, pueden dejar algunas heridas en los socios de gobierno de Lakua. Es el caso de Gipuzkoa, donde desde el PSE y la directiva guipuzcoana de EA se protagoniza un «baile de apareamiento» que se ve con recelos en la dirección nacional del partido. No obstante, es en el PNV, que el viernes abrió oficialmente el proceso para la renovación de sus órganos de dirección, donde el derrumbe electoral parece haber hecho más mella. Tanto la aritmética final de resultados -ésa en la que lo que cuenta no es sólo lo que se logra en las urnas sino lo que se «rasca» después mediante los pactos- como las diferencias políticas de fondo van a estar muy presentes en un partido que por su presencia en las distintas instituciones es un pilar clave en la ejecución de proyectos de una gran envergadura. Por mucho que se haya tratado de insistir en que lo que se ha andado en cuanto al TAV, al Puerto Exterior de Pasaia, a las incineradoras... no tiene marcha atrás, las primeras reacciones políticas en el sentido de «transmitir tranquilidad» denotan que el escenario electoral, también en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, se ha movido. Y es que, guste o no, las urnas han cuestionado un modo de gobernar con excesiva dosis de arrogancia y muy poca participación ciudadana.

Ahora bien, la principal incógnica que queda por despejar tras las elecciones en Hego Euskal Herria es cómo van a afectar sus resultados a la cuestión general, es decir al proceso de construcción de un escenario democrático y sin expresiones de violencia. Si nos atenemos a los números electorales no hay duda de que las opciones más implicadas en el proceso de resolución han salido reforzadas. Otra cosa diferente es si esa movilización social va a ser empleada por los partidos para inyectar energía política al proceso de diálogo o, por el contrario, la van a interpretar exclusivamente en clave de mudanza en los gobiernos municipales y forales.

Esta segunda lectura que, dada la cercanía de las elecciones generales, puede ser una tentación para una parte de la clase política, podría tener consecuencias del todo negativas en el proceso. Así lo hizo constar el viernes la comisión negociadora de la izquierda abertzale, constatando el abandono del proceso por parte de PSOE y PNV. Ambas formaciones, ocupadas estos días en ver para cuánto dan sus cómputos electorales, harían bien en sacar otra calculadora, la calculadora política, para hacer las cuentas de lo que tiene que perder este país en su conjunto con una actitud de no diálogo.

El PSOE que celebra sus resultados en Euskal Herria y el PNV que busca el modo de perder el menor terreno institucional posible deberían aclarar a esta sociedad si van a respetar la voluntad de los electores. Ello entraña dos obligaciones: la primera de ellas pasa por contar con todos los votos que han depositado los ciudadanos el 27-M, porque «legales» o no todos son legítimos, y dar reflejo a los mismos en todas y cada una de las instituciones; la segunda, retomar la mesa para la resolución.

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