La amenaza en el cielo y las sombras en las calles de Leioa
El viernes ferial de Leioa se caracteriza porque, por la mañanas, se reúnen unos sabios individuos para intentar explicarse qué es el Teatro de Calle, al mediodía se entregan los premios concedidos el año anterior por un jurado y luego se comen pintxos y se liba txakoli o vino.
Carlos GIL Crítico
Por la tarde todo aquello que se ha intentado explicar, teorizar, se convierte en un gran galimatías, porque la laxitud con las que llamamos, en seguidismo lexicográfico a los franceses, «artes de calle», se ha vuelto un contenedor demasiado amplio en el que cabe todo. Todo puede suceder, pero también puede saturarse de asuntos no identificados y arruinarse el concepto.
Empezamos la jornada con Sebas (Manuel Sebastián), un joven artista de circo que busca y busca. En esta ocasión, guiado por Cristian Atanasius, un gran creador que hace un unipersonal en donde la imaginación y el uso de elementos cotidianos transformados apuntan a un lenguaje cercano y tangible.
Por lo presenciado, la idea supera, todavía, a lo ofrecido. Se ven muchas posibilidades, se intuyen logros, algunos se palpan, pero está el trabajo falto de ritmo; es como si no se hubiera desprendido de la fase de ensayo. Pero apunta muy buenas maneras, y el artista ha crecido en su relación directa con los públicos, especialmente niños y niñas que son los que copan a ciertas horas los espectáculos en Leioa.
Uno de los casos flagrantes de indefinición como asunto de calle es el trabajo con un título precioso, «Creí que era piedra y un soplo tuyo me convirtió en arena», del grupo local «Tandí», y que no parece ser nada más que un apañado fin de curso de una escuela de danza, una suerte de aeróbic con pretensiones, en donde la ilusión de las muchachas no sirve para superar el listón de lo que sería una programación sin peajes de paisanaje. Con decirles que hasta pusieron la goma para bailar sobre el suelo de la plaza Ikea, queda todo dicho como contribución a la confusión sobre las «artes de calle».
Hasta esta función íbamos con gafas de sol para que no nos nublaran la vista los rayos impertinentes. De ahí en adelante, la mirada al cielo era constante, porque la amenaza de lluvia se hacía cada vez más ostensible. Pero los espectáculos que a continuación presenciamos despejaban la sombras conceptuales.
«Monobass» es un trabajo de calle, que precisa de visión frontal, pero que su lenguaje sí marca subrayados concretos. Vehículos rodantes, música en directo con un instrumento que es parte sustancial de la dramaturgia, payasos de cara limpia, una historia demencial y comunicación directa. Suficiente.
Al igual que «Bulles de zinc» con su bicicleta extraña y sus zancos y el manejo de éstos, lo que tiene de itinerante, de movilizar y de lograr posteriormente estabilizar en un punto a los públicos.
Espectáculo de «faldas»
Pensado, con dramaturgia, plástica y ejecución netamente de calle es también «A cuadros» de los andaluces de Vagalume, una historia de faldas, es decir una delirante historia medieval con escoceses, gaitas, desfiles, participación real del público y con la itinerancia por un lado para iniciarse y concluirse de manera estática, pero con elementos muy conseguidos y personajes perfectamente definidos. Es un trabajo muy divertido, muy inmediato, muy bien dirigido y que llega a los espectadores.
Penetramos de nuevo en la zona de sombras. Jaime Ocaña ofreció uno de sus monólogos, son unipersonales en donde la personalidad del actor está por encima del texto, peripecia argumental o cualquier otro concepto. Se hizo en la calle, pero no tiene nada que sea imprescindible para hacerlo en la calle, y que en un escenario sería exactamente igual. Yo diría que mejor. Y si pasase de veinticinco palabras repetidas a treinta, todavía lo querríamos más.
Lo mismo que «La calabaza», con su cajita de música, una idea muy reiterada, que se agota en pocos minutos. Esto es más una suerte de atracción de parque temático, un asunto fronterizo, frontal, con un dispositivo escenográfico apropiado pero sin entidad. Otro tanto podemos decir de «Grupo Electrógeno», el enésimo trabajo de payasos, perdón, clowns, con otros elementos circenses, en este caso por parte de una pareja, con una cuidada parte plástica, pero sin más, que puede hacerse en un escenario a la italiana de un centro cultural sin cambiar ni un segundo del espectáculo.
Calle, itinerancia, nocturnidad, alevosía, reincidencia. Deabru Beltzak presentó «Bande Déplacée», que entronca con su estética de los últimos trabajos, donde la percusión ha tomado una relevancia superior y en el que los movimientos son netamente coreográficos. Todos se mueven a la vez, conjuntadamente, y con algunas paradas o evoluciones circulares, el resto forma un pasacalle muy ordenado que, en esta actuación que presenciamos, el público ahogó en exceso, al estar demasiado pegados a los diablos, lo que les impedía moverse con seguridad y, sobre todo, la visión de gran número de espectadores. Un trabajo que se va consolidando, utilización mesurada de pirotecnia y unos objetivos muy claros en cuanto a su estética y a su funcionalidad.
Vimos el arranque de una propuesta presentada por Producciones Cachivache, «Jugando con las estrellas», que ya hace unos años presentó algo similar, por lo que se ha convertido en una fórmula que se apoya en la nostalgia, una suerte de cine-teatro ambulante, en donde se mezclan actores, títeres y cine. Una ida muy pragmática a la que no le encontramos más desarrollo.
Y ya la lluvia chisporroteaba de manera taimada. Cerró la jornada »Aullidos» de Teatro Corsario, un trabajo desmesurado, barroco, denso y provocador con títeres de gran tamaño y una historia bastante escabrosa. Tiene su clientela fiel y es un trabajo ambicioso muy bien resuelto técnicamente.
Ayer hubo actuaciones hasta bien entrada la noche. Por la mañana actuaron La Calabaza y su Caja de Música, Freak Museum y Circo de la Sombra ofreció su espectáculo de equilibrios. Además, en las plazas Estartexe y Errekalde hubo constantes números de humor y circo. Por la tarde, fue el turno de Debote Enbote y sus malabares y de la peculiar visión de la música clásica de Monobass. También hubo espectáculo de títeres, a cargo de Ne me titere pas y su roulotte. Los getxoztarras La Pez estrenaron su pieza sobre hombres-muble, «La danza que nos parió». Alkimia 130 presentó su ritual colectivo de fuego, «Alma Candela». Y al final de la jornada, el Kultur Leioa acogió a Nacho Vilar y la ruta con su comedia «Con el culo al aire».
Hoy a mediodía, en el Boulevard, volverá a actuar Freak Museum. A las 13.00, en Euskal Etxeen plaza, Iñaki Mata presentará «Barreras» (a las 14.00, en Ikea Barri) y a las 13.30 será el turno de Debote Enbote. La Residual actuará en la calle Sabino Arana, a las 13.00, y en la calle Estartetxe estará Popotamus Teatro. A esta misma hora, la plaza Estartetxe acogerá el espectáculo de Las artes del cielo.
GARA