«Otro mundo es posible» era el lema de la manifestación contra la cumbre del G8 que ayer tuvo lugar en la ciudad portuaria de Rostock. A 21 kilómetros se halla el pueblo costero de Heiligendamm, en el Mar Báltico, donde los jefes de Gobierno se reunirán bajo la presidencia de la canciller alemana, Angela Merkel. El rechazo a la política neoliberal, que profesan EEUU, Canadá, Japón, Italia, Alemania, Gran Bretaña, el Estado francés y Rusia, llevó ayer a decenas de miles de personas a las calles de Rostock. Los manifestantes se movían en dos columnas por la villa y culminaron su protesta con un acto en el puerto. El canal público Phoenix transmitió en directo las intervenciones de diferentes representantes de los grupos convocantes.

Poco antes de las 18.00, el movimiento antiglobalizador difundió un comunicado de prensa. Los organizadores cifraron en unos 80 000 los participantes. La policía habló de 25.000.

«Es un gigantesco éxito. Somos muchos y hemos expresado de forma no violenta nuestra protesta contra la política inhumana del G8», zanjó la portavoz del comité organizador, Sabine Zimpel. «A la Policía le interesa minimizar la participación para desacreditar la protesta democrática contra la cumbre», denunció.

También el alcalde de Rostock, Roland Methling, se mostró contento por el transcurso de las protestas.

Sin embargo, el clima cambió radicalmente cuando los policías antidisturbios irrumpieron en la manifestación para proceder a detener a una persona.

Fue entonces cuando desde el Bloque Negro, formado por los denominados «autónomos», se respondió a la provocación con lanzamiento de piedras, botellas y otros objetos contra los agentes policiales.

Cuando se inició el acto de clausura los organizadores exigieron al mando policial que dejara de provocar. En vano: en la ciudad se habían desplegado unos 13 000 policías y helicópteros sobrevolaban permanentemente a los congregados. Además, corría el rumor de que varios centenares de neonazis se acercaban a Rostock porque se les había prohibido su manifestación anti-G8 en Schwerin, la capital del estado federal de Mecklenburgo-Antepomerania. Lo último resultó ser una falsa alarma, pero la crispación que se venía acumulando las últimas semanas por una serie de medidas policiales contra las protestas derivó en enfrentamientos. Estos últimos generaron las imágenes que algunos políticos han venido anunciando desde hace tiempo: batallas campales, vehículos incendiados, heridos...

Nueva carga policial

Cuando el ente público Phoenix dejó de transmitir desde el acto de clausura, la Policía hizo acto de presencia en el lugar con media docena de cañones de agua a presión y varios grupos de antidisturbios. Tras la intervención de las cañones quedó desalojada la plaza donde miles y miles de manifestantes habían terminado su primera gran actividad contra la cumbre. Medios alemanes informaron de que, a raíz de esta última intervención policial, hubo otra pelea violenta entre agentes y «autónomos». Estos últimos atacaban en grupos pequeños a los antidisturbios con piedras y botellas para luego retirarse a las calles estrechas del casco viejo de Rostock. Paralelamente, fueron incendiados más vehículos.

Un portavoz de la policía aseguró que «los autónomos lo están rompiendo todo» y añadió que cien agentes resultaron heridos pero no ofreció información alguna sobre los manifestantes que tuvieron que ser atendidos ni sobre detenidos.