Seguimos con el monotema. Si dice Fito que por la boca vive el pez, por la cara viven muchos, y por la cara se sabe dónde está el ovillo de las intenciones. Solamente un recalcitrante jugador de póker como Pérez Rubalcaba es capaz de aparecer siempre con la misma cara. Mucha, desde luego. El careto de ZP es un compendio de contradicciones. No ha entendido el mensaje que le manda el PP de manera constante. Lo que quieren es apartarle. Es una versión del «márchese señor González», pero jugando con más descaro y sin esconder sus intenciones abrasivas para arrasar con cualquier vestigio de democracia. Lo demás es circunstancial.

Jugar con seis barajas es bastante complicado. Pero si además estás pendiente de Rajoy más que de las encuestas y de la voz de la calle, te encuentras así, con cara de pasmarote, repitiendo, como demostraron en Cuatro, el mismo discurso que hizo Aznar cuando se acabó la tregua anterior. O sea, el que marca el paso y manda es Aznar. No lo aprenderá ZP, pero es muy sencillo, si haces lo mismo, o menos como se jactaba, acostumbra a suceder lo mismo. Yo le daría un pequeño consejo: mire la historia y verá cómo se han ido perdiendo elecciones en España por el factor ETA.

Por la cara. Ahora se transforma Miguel Sanz. Su discurso es increíble. Con tal de mantener la poltrona es capaz de cantar la internacional en un karaoke. Se pasa del falangismo al consenso por un gobierno. Esto es la política posmoderna. Tiene donde fijarse, porque lo del Gobierno vasco es realmente patético, su portavoz es un muñecote sin entrañas. Otros consejeros deben aparecer a apagar fuegos, para recomponer un poco la figura, pero la imagen que dan es de una inexistencia metafísica. Los chicos de Imaz están en el punto que buscaban. Ahora les toca retratarse. Sus medios de propaganda lo dejan claro.

Estos días es cuando mirar al televisor se convierte en un ejercicio de máxima precisión escudriñadora de la irrealidad. TVE anunció una entrevista con ZP que no se realizó. ¿Por qué? Las tertulias se pueblan de etólogos. La mayoría habla por la cara, sin más fundamento que la consigna recibida. Empieza un nuevo ciclo. Crucemos los dedos.