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Algo ahí detrás, en la sombra

Josu MONTERO

Periodista y escritor

Casi todos hemos visto esa escena, que se ha repetido y se repetirá en múltiples formas. Un muñeco sobre el escenario, pensativo, se observa a sí mismo y, a continuación, sorprendido y aterrado, repara en los hilos o la varilla o la mano o el cuerpo que le mueve; se vuelve a observar a sí mismo y de nuevo se gira, perplejo, hacia quien está detrás, en la sombra, hacia el ser que está moviéndole, dándole vida. En algunas ocasiones ha sucedido que este manipulador es, así mismo, un muñeco que a su vez siente la terrible sospecha y lentamente se da la vuelta para descubrir las manos que le mueven a él también. En esa escena se encierra el melancólico encanto de las marionetas. Nos identificamos con ellas; a veces más que con los actores de carne y hueso. Nos gusta y nos inquieta interrogarnos sobre aquello que nos mueve a nosotros, sospechamos que ahí detrás hay algo, que no somos libres, por mucho que nos demos la vuelta y no encontremos nada. ¿Qué es un personaje sino un muñeco al que alguien -el actor- mueve con su propio cuerpo? ¿Y qué es un actor sino alguien al que otros -un dramaturgo, un director- dictan su comportamiento y su movimiento? En ocasiones el manipulador pasa desapercibido ocultándose en una cámara negra, pero en muchas otras no se esconde en absoluto, está ahí, a la vista de todos, moviendo delicadamente al muñeco; y paradójicamente no le vemos.

De todas formas y a pesar del esfuerzo de muchos, no parece que el teatro de marionetas haya dejado de ser para el público sino un subgénero menor, el rey del teatro infantil a lo sumo. Suele pasar siempre que al sustantivo se le añade un calificativo; que se le corta las alas, se le coloca en su ghetto. Y sin embargo en muchísimas ocasiones es teatro en la vanguardia de la dramaturgia, audaz en la búsqueda de nuevas formas y de nuevos lenguajes. ¿Dónde está la frontera entre el teatro y el teatro de marionetas? Muñecos, objetos, cuerpos, imágenes, máscaras, sombras, actores... elementos con los que jugar para indagar otras maneras no convencionales de comunicación teatral. 25 años de Festival de Títeres de Bilbao; 24 del Titirijai, el Festival de Marionetas de Tolosa; sin olvidar otros como los de Barañain, Sestao o San Adrián. O el Txotxongilo Eguna que se celebra este fin de semana en Getxo. En Barcelona, tras 33 años de vida, el Festival Internacional de Teatro Visual i de Titelles se reinventó en la pasada edición transformándose en el Festival NEO (Noves Escenes Obertes), Festival Internacional de Dramaturgias Plásticas, de la imagen, nuevas tecnologías, títeres y objetos. Quizá sea el buen camino: huir del convencionalismo, salir del ghetto caminando hacia delante. Teatro, sin más.

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