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Reflexiones sobre el cine de hombres para mujeres

Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

H ace unos días, mientras repasaba bibliografía para mi tesis doctoral, encontré un libro que me ha prestado un compañero. Su titulo, «Cine de mujeres», me retrotrae a algunas experiencias vividas junto a mujeres y digamos que en entornos «cinematográficos». Coincidiendo con esta lectura, una alumna de la facultad me pedía que le hablase para una de sus prácticas sobre el papel actual de la mujer en el cine y, claro, si alguno de vosotros se ha molestado alguna vez en leer o reflexionar (ya sé que esto es un lujo hoy día) sobre el tema, hay mucho que decir.

Podríamos empezar por las espectadoras, y preguntarles, por ejemplo, con qué personajes se identifican, si es que se identifican con alguno. Annette Khun, la autora del libro, nos cuenta que ella, para poder disfrutar e incluso entender una película, lo que hacía inconscientemente era identificarse con el personaje, con el héroe masculino. Y claro, este hecho le dio que pensar: acabó escribiendo sobre ello. Supongo que ha llovido algo sobre el cine desde entonces pero, aún así, la imagen que proyecta la industria del celuloide, ése que llamamos cine comercial, no es precisamente un ejemplo a seguir, ni mucho menos nos ofrece un prototipo de mujer creíble o real, al menos no siempre. Aunque, ciertamente, hay realidades que son poco verosímiles. Que se lo pregunten a un buen amigo mío con el que hablaba de posibles personajes para una novela. Le sugerí que escribiera sobre los que tiene alrededor, todos extraor- dinarios. Él me contesto desesperado que nadie creería que existen personas con esas cualidades y características, que los suyos no serían creíbles ni en el mismísimo realismo mágico. Volviendo al papel que nos toca vivir en el cine, y por ende en la vida, considero que el tema se las trae. Por mi parte, no he conseguido verme reflejada en la Meryl Streep (con perdón) de «Memorias de África», ni identificada con la espabilada reportera de «El diablo viste de Prada», o con la Penélope que husmea en el baño en «Volver» (de la Angelina Jolie de «Tomb Rider», ni hablamos). Al margen de estereotipos algo extremos, lo que más me preocupa es que acabemos identificándonos con las «heroínas» equivocadas. O peor aún, que lo hagan «nuestras hijas» y acaben pensando que la Meryl Streep de la citada «El diablo se viste de Prada» es un ejemplo a seguir para poder sobrevivir en un mundo de hombres.

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