Iñaki Muñoz se despidió ayer de manera oficial del club que ha sido su segunda casa durante las dos últimas décadas. Lejos quedan aquellos tiempos en los que el iruindarra, a sus ocho años de edad, llegó por primera vez a las instalaciones de Tajonar con la mente puesta en jugar algún día con el primer equipo.

Esa fecha llegó cuando, de la mano de Lotina, saltó al césped de El Sadar un 23 de diciembre de 2001 para disputar apenas seis minutos e intentar ayudar en la remontada frente a un Athletic que acabaría ganando (0-1) y que, paradojas de la vida, puede convertirse ahora en su próximo destino.

«Estos veinte años han sido toda una vida para mí. A lo largo de estos días el bajar a Tajonar lo estoy degustando de una manera distinta, al saber que va a tener que cambiar esta rutina de tanto tiempo atrás. Estoy triste por dejar esta costumbre, pero, por otro lado, contento por haber tenido el privilegio de jugar con Osasuna en Primera División», explicó.

No parece que el centrocampista vaya a abandonar la elite futbolística, ya que aventuró que se ve jugando el próximo año en la máxima categoría «porque tengo varias opciones y elegiré la que sea mejor para mí». Entre ellas, suena con fuerza la de recalar en Bilbo, aunque aseguró que el club vizcaino «no se ha dirigido a mí».

Recordó que el verano pasado se habló mucho sobre esta posibilidad. «Clemente mostró su interés por mí, pero él no estaba respaldado del todo, como después se vio. Y ahora el Athletic está inmerso en las elecciones...», comentó. En cualquier caso, Muñoz recalcó que el Athletic «es un equipo con mucha historia y cuya filosofía se amolda a mi perfil».

Los pocos minutos que ha venido disputando en la presente campaña con la elástica rojilla ya le venían haciendo madurar la idea de que estaba obligado a hacer las maletas. «El club me dijo que no contaba conmigo, pese a ello, Ziganda me transmitió que quería que me quedara un año más. Pero pensé que lo mejor, a estas alturas, era dar por concluida mi etapa en Osasuna», explicó.

En este sentido, insistió en que «tengo 28 años y debo mirar hacia adelante, planteándome nuevos retos y ambiciones. Me he hecho a la idea de que hay que aceptar las situaciones tal y como vienen».

Etiqueta perjudicial

Con el paso del tiempo, a Iñaki Muñoz se le acabó etiquetando como el primer recambio desde el banquillo, o ese jugador revulsivo necesario cuando las cosas iban mal. Una condición que, a su juicio, «me ha podido perjudicar», al mismo tiempo que restarle continuidad en el equipo, «algo que si se hubiera producido, no sé si no se habría visto a un Muñoz diferente. Me quedo con la incertidumbre de saber si mi rendimiento hubiera sido mayor de haber estado de manera prolongada como titular».

Esa es una espinita clavada con la que se va el iruindarra, pero otra es también no haber disputado la final de la Copa ante el Betis. Su acierto de cara a puerta en las diversas eliminatorias fue decisivo para que el equipo llegara al partido del Vicente Calderón, sin que fuera compensado con su participación en dicho encuentro.

«De aquel día no tengo ni quiero guardar ningún recuerdo. No tuve la ocasión de jugar después de todo lo que participé en los choques previos y de los goles que logré. Fue una espinita que todavía tengo clavada», se sinceró.

Pero en su trayectoria rojilla también ha habido momentos muy buenos y ha vivido muy de cerca la mejor época del club estos últimos tres años. «Me quedo con mi primer gol, lo que logramos el año pasado y la trayectoria europea de éste. Estoy convencido de que el equipo va a seguir creciendo», apuntó.

El centrocampista quiso dar por concluida su despedida recordando a todos aquéllos que durante estas dos décadas le han estado apoyando, sobre todo en los momentos malos. «En especial a mi familia, que ha estado ahí, a mi lado, siempre, y también a mis compañeros», subrayó.