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Doce mil personas aclaman a la cantante islandesa en Bilbo

a cantante islandesa Björk ofreció el pasado viernes en Bilbo un concierto con motivo del décimo aniversario del museo Guggenheim. En su espectáculo, repasó la práctica totalidad de los mayores éxitos de su carrera y presentó también su nuevo disco, «Volta». L

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Fueron doce mil, aproximadamente, las personas que se dieron cita en la explanada del Guggenheim para presenciar el espectáculo de la islandesa más conocida en todo el mundo: Björk. Un concierto escogido por el Guggenheim Bilbao para erigirse en plato fuerte de las celebraciones de su décimo aniversario, por tratarse, según la nota de prensa difundida por el museo, «de un espectáculo único, vanguardista e innovador, valores inherentes a la actividad desarrollada por esta institución cultural».

Quizá vanguardista no sea el término más adecuado, pero en cualquier caso la convocatoria pareció tener el éxito suficiente para atraer a un pequeño flujo de turismo hasta la capital vizcaina. Al menos, la presencia extranjera en la explanada era notable: una hora antes de que comenzase el espectáculo, a mi alrededor se desperdigaban un grupo de australianos que parecía haber escapado de la locura sanferminera por una noche, una chica holandesa con una estética muy similar a la de Björk en los inicios de su carrera y una pareja de franceses que al parecer se habían dejado caer allí por curiosidad.

Aunque, finalmente, todos vibraron por igual con un concierto que, supuestamente, iba a constituirse en presentación del último disco de la islandesa, «Volta», pero que finalmente terminó siendo un compendio de todos sus temas más famosos.

Tras el absurdo concepto de telonero, con el bailaor Farru -absurdo porque no se puede apreciar el arte de un bailaor al que no se le ven los pies-, el escenario se engalanó de banderas y estandartes con motivos animales y colores similares a los de la indescriptible indumentaria de Björk -una especie de poncho o casulla verde, con algo parecido a ramas cosidas a ella y unas medias plateadas-.

Despliegue tecnológico

El espectáculo comenzó por todo lo alto con el primer single de «Volta», «Earth Intruders», fruto de la inspiración que le surgió a la artista en un viaje a Indonesia tras el tsunami. Un tema de potente base rítmica y agresivos sonidos sintetizados, que fue perfecta demostración del potencial del impresionante despliegue tecnológico que había sobre el escenario. A «Earth Intruders» le sucedió «Hunter», primer tema de su disco «Homogenic».

La sonorización logró que en el directo se apreciaran las infinitas variantes dinámicas de la base rítmica, a costa de tapar un tanto al grupo de metales y a la propia Björk, una tendencia que se repitió a lo largo del concierto y que obtuvo sus peores resultados en temas como «I miss you» y «Army of me», donde prácticamente sólo se escuchaba el bajo y la percusión.

Tras «Hunter» llegaron dos temas de inspiración oriental, «Pagan poetry» y «Hope», bien resueltos al teclado por Timbaland a falta de pipa y kora -instrumentos de cuerda pulsada chino y africano, respectivamente-. Llegó después uno de los temas más populares de la carrera de Björk, «All is full of love», con el que el público ya se fue caldeando, y definitivamente se rindió a la cantante con «Joga», el himno a su Islandia natal. A continuación se fueron intercalando temas rítmicos como «Innocence» o «I miss you» con otros líricos como «Vökuró» y «The pleasure is all mine», del disco estrictamente vocal «Medulla», en los que se sustituyeron las armonías corales por los instrumentos de viento del conjunto de metales.

El público saltando

La recta final del concierto, que duró una hora y media, se inició con el hit «Hiper-Ballad», con un sorprendente final discotequero, para terminar con «Declare Independence», un tema casi hardcore que puso al público saltando. Entre medio, no faltó una curiosísima versión de «Oceania» a ritmo de pasodoble.

En cuanto a Björk, superó las expectativas de los presentes, no tanto por su fantástica calidad vocal, que es bien conocida, sino por la entrega total sobre el escenario, bailando y gesticulando con su inconfundible estilo y desmelenándose, literalmente, en los temas más potentes. Algo que se pudo permitir gracias a la seguridad que le proporcionó el gran trabajo de sus músicos, especialmente los encargados de la electrónica y la percusión, que no fallaron ni uno sólo de los intrincadísimos e irregulares ritmos surgidos de la mente de la islandesa.

Mikel CHAMIZO

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