La novela homónima de Valerio Máximo Manfredi contaba con los suficientes ingredientes como para llevar a cabo un espectáculo cinematográfico de gran envergadura. Este es uno de los aspectos que más llama la atención en esta adaptación parcial que ha sacrificado buena parte de la carga épica que sustenta la trama literaria del autor de “Alexandros”. Vista “La última legión” da la sensación que las hijas del muy singular productor Dino De Laurentis han seguido al pie de la letra la concepción de cine comercial que tan buenos resultados reportó a su padre y han elaborado un proyecto en el cual, aparentemente, se ha invertido menos de lo que cabria esperar para sacar todo el rédito posible a una trama que extrae los pasajes más llamativos de la novela. Todo ello se concentra en los episodios históricos relacionados coherentemente con el origen del mito artúrico, un aspecto que en la novela es relegado a su recta final y que en el filme queda expuesto, casi, desde su comienzo.

El poso dramático -aquel que tiene que ver con el paisaje crepuscular que evoca el último estertor del otrora poderoso imperio romano y la errática aventura iniciática que debe emprender un laureado general y su menguada tropa reconvertida en guardia pretoriana del joven César Rómulo- se limita a la presencia apropiada de un Colin Firth cuyo gesto otorga rango y seriedad al general Aurelius. El resto, transcurre por los parámetros establecidos dentro de un género renacido como es el caso del peplum y que, en este caso concreto, tiene en la producción de Jerry Bruckheimer «El Rey Arturo», su principal modelo a imitar.

Es una lástima que Martha y Raffaella De Laurentis no hayan querido apostar con mayor contundencia por este proyecto y hayan delegado la dirección a un autor que, si bien se curtió en teleseries épico-legendarias tipo «Xena» y «Hércules», se muestra como un autor que se desenvuelve mejor en las distancias cortas que en las largas. Algo que se manifiesta en cuanto la cámara debe abrir su objetivo para mostrar el fragor panorámico de unas batallas narradas con bastante torpeza y sin vigor.