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Helen Groome Geógrafa

Otro inicio de curso escolar

No sé cual es el antónimo de mercado «único». Mercado múltiple o mercado fraccionado quizá, aunque no son términos que expresen lo que percibo.

Como cada inicio de curso escolar, hay una espina que se clava en mi alma y me avinagra (aún más). No sé si algunas personas me creen estúpida, pero ciertamente yo me siento algo tonta con un ligero toque de asco y un puñado de enfado. Un cóctel poco recomendable para una persona miembro de una población que se quiere que sea sumisa, dócil y nada reivindicativa. Este año, para que mi hija asista a segundo de la ESO, he desembolsado inicialmente unos 250 euros en concepto de libros y material escolar. Luego vendrán las peticiones de extras para salidas, visitas normalmente obligatorias o para una u otra cosa que a lo largo del curso se va a necesitar (una calculadora, un libro de lectura...).

Y yo pago ese dinero aún a sabiendas de que la educación es un derecho y que mi hija está en la red de educación pública. Lo pago a sabiendas de que, como todos los años, he pagado una serie de impuestos que deberían contribuir a cubrir los gastos sociales que yo y las personas dependientes de mí generamos. No me importa pagar 250 euros o más para la educación de mi hija, pero considero que ya los he pagado al cumplir mis obligaciones tributarias. Y pago el dinero de los libros a sabiendas de que mis padres nunca pagaron libros de texto durante mis años de educación obligatoria ni de bachillerato y a sabiendas de que mi hermana nunca paga los libros de su hijo de la misma edad que mi hija. Pero querida, ¿no entiendes el significado de las diferencias espacio-temporales? me dirán con un deje de superioridad y complacencia, en un intento de justificar esta (otra) anomalía del mercado único. Sí, pero en clave de disparidad, no de diferencia, pienso.

Una vez, ante una queja que formulé, me comunicó un delegado de Educación que cuando usamos el transporte público compramos un billete, y que no por ser pública la educación reglada y obligatoria tenía que ser gratis. Viendo lo que vemos aquí, eso es verdad. ¿Pero tiene que ser así siempre? Si es realmente gratis en un rincón de la Unión Europea, ¿por qué no en todos? ¿Por qué cuando se trata de una cuestión social el mercado único se vuelve borroso y ambiguo y los ánimos de debatir y aclarar su no «singularidad» o «unidad» se encuentran siempre congelados a 40 grados bajo cero en algún arcón de las instituciones?

Hay que admitir que algunos arcones están en proceso de descongelación. Hay ayuntamientos que subvencionan alguno o todos los libros escolares. Hay tímidos intentos de reciclar libros de texto (menos mal, piensan unos cuantos árboles). Pero el final de este proceso no está nada claro. No estaría nada fuera de lo «normal» de las personas «libre-mercado» pensadoras sugerir que todas las familias de todos los estados miembros de la UE pagasen todos los libros de texto para que el mercado único fuese realidad.

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