Las autoridades libanesas han dado por finalizada la guerra que libraba desde hace tres meses su Ejército contra combatientes del grupo Fatah al-Islam en el campo palestino de Nahr al-Bared. El balance eleva las víctimas causadas por esta operación militar a 220, aunque todo apunta a que esa cifra puede aumentar conforme se recupere de manera efectiva el control sobre el campo. Para los centenares de refugiados atrapados en los combates y obligados a huir, el final del operativo es sinónimo de regreso a su obligado hogar, aunque no pocos temen que la imagen de los palestinos se asocie durante mucho tiempo a las actividades de un grupo armado que el Gobierno de Líbano no duda en ligar directamente a Al-Qaeda. Para las autoridades de Beirut, esta victoria militar tiene el valor de relanzar el papel de Líbano como fiel aliado en el «combate contra el terrorismo». Y es que en esta maniobra de guerra en el campo de refugiados de Nahr al-Bared ha contado con la colaboración logística de EEUU y la UE y de aliados de estos en la región como son Araba Saudita, Jordania, Emiratos Arabes y Egipto. Sin duda, un grado de implicación bien diferente al que adoptó la comunidad internacional, y en particular la Unión Europea, con respecto a la resistencia libanesa durante la invasión militar llevada a cabo hace un año por Israel.