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Alberto Iglesias, la elegancia de la música de cine

Protagonista y secundaria histórica, una buena banda sonora original creada con mimo y talento jamás desaparece de la memoria de un cinéfilo. La música nos acompaña en el viaje por las historias de una película, sus personajes, paisajes y circunstancias se agarran a una composición determinada que las hace peculiares y que las dota de personalidad

Iratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Alberto Iglesias ha recibido el premio Nacional de cine. Bueno, aún ha de recoger el galardón el día de su entrega oficial el día 22 durante el Festival Internacional de Cine de Donostia, su ciudad natal. Imagino que, tras siete Goyas y una nominación a los Oscar por «El jardinero fiel», el artista puede llegar a estar algo insensibilizado ante tantos reconocimientos. Por otro lado, probablemente una persona de carácter tan poco soberbio jamás llegue a acostumbrarse a que reconozcan su valía. Pero un premio es también una invitación a seguir trabajando más si cabe si se trata de un galardón merecido.

Sus trabajos son obras de arte sonoras que, ante todo, desprenden elegancia. Su técnica, introspectiva, pausada pero precisa, consiste en sumergirse en el universo que habita en las películas a las que ha de regalar una de sus bandas sonoras. Escurridizo ante el sonido previsible, sabe que su música, aunque sea poseedora de una vida propia, pertenece a las imágenes, a las historias creadas por otros que tal vez miren el mundo de un modo diferente al suyo. Dice que hay algo mágico a la hora de percibir la música de una película, porque la mayoría de las veces lo hacemos de manera inconsciente. Protagonista y secundaria histórica, una buen banda sonora original creada con mimo y talento jamás desaparece de la memoria de un cinéfilo. La música nos acompaña en el viaje por las historias de una película, sus personajes, paisajes y circunstancias se agarran a una composición determinada que las hace peculiares y que las dota de personalidad. Bandas sonoras como «La flor de mi secreto», «Los amantes del circulo polar», o «Todo sobre mi madre» tienen una importancia vital a la hora de engrandecer los filmes con los que viajan. Hay películas de las que nos es imposible disociar una melodía, sus imágenes y la música que las acompaña se hacen inseparables. Y así sucede con el sonido de Alberto Iglesias que como Ángel Illarramendi, Pascal Gaigne o Bingen Mendizábal son algunos de los compositores vascos que dejan su impronta en el celuloide. Alberto Iglesias, como muchos en el mundo del cine, comenzó componiendo para cortometrajes, hasta que llegaron sus trabajos en «La conquista de Albania», de Alfonso Ungria, y « La muerte de Mikel», de Imanol Uribe y lo revelasen al público. Después llegarían Medem, Almodóvar... Ahora, dicen que Steven Soderbergh ha llamado a su puerta.

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