Las aventuras submarinas han sido el ámbito en el que se han movido muchas de las producciones recientes de animación, algunas de ellas con un éxito desbordante, sobre todo «Buscando a Nemo» y «El espantatiburones». En el juego de las inevitables comparaciones, asu- midas por «¡Movida bajo el mar!» desde el primer momento, estaría más cerca del segundo título.

Aunque el aspecto visual suene familiar, que al fin y al cabo es lo que pretenden la mayoría de los largometrajes para niños hechos por ordenador, los responsables de la película han intentado ser originales al menos en el aspecto argumental, para lo que han querido inspirarse en algunos westerns clásicos, con «Cazador de forajidos», de Anthony Mann, a la cabeza. Se han ido a fijar en la relación paternofilial que allí se establece entre Henry Fonda y Anthony Perkins, que es la del pistolero veterano que adiestra al joven inexperto en el uso de las armas para defenderse en medio de una situación hostil. Aquí es un pezqueñín el que necesitará de los consejos de una vieja y sabia tortuga para enfrentarse al tiburón que tiene atemorizada a la comunidad acuática que vive en un arrecife.

«¡Movida bajo el mar!» obedece a una génesis bastante curiosa, que ha acabado por convertir el proyecto en la primera coproducción animada entre los Estados Unidos y Corea del Sur. Un hombre de cine fantástico como Mark A. Z. Dippé, responsable de la versión cinematográfica del cómic «Spawn», se encontraba en Alabama hace cuatro años realizando «Frankenfish», una monster movie sobre una especie acuática alterada genéticamente, cuando barajó la posibilidad de utilizar el fondo marino como espacio imaginario para una nueva cinta de animación destinada al público familiar. Era sólo una ambiciosa idea que necesitaba de socios para poder materializarse, pero dio con el productor coreano Lee Young-ki, quien casualmente estaba buscando socios norteamericanos para la distribución internacional. De esa unión ha surgido un nuevo estudio que ha arrancado prácticamente de la nada, con tal de competir con otros ya establecidos en tan competitivo mercado.

A los más pequeños todo eso les tiene sin cuidado, pues lo que de verdad les interesa es seguir al pez Chip en su viaje por el fondo del mar, tras superar un prólogo trágico al estilo de «Bambi», ya que el protagonista pierde a sus padres, que son capturados por una red de pescadores humanos.