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Artistas y especialistas en Derecho buscan cobijo para obras de arte a la intemperie

«Las obras de arte situadas en espacios públicos están a la intemperie en todos los sentidos; es preciso protegerlas». Este es el mensaje que artistas y especialistas en Derecho lanzaron ayer en el palacio Miramar.

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Martin ANSO | DONOSTIA

Artistas como Andrés Nagel y especialistas en Derecho como Germán Bercovitz participaron ayer en una jornada de información y sensibilización en torno a la situación de las obras de arte ubicadas en espacios públicos y los derechos morales que asisten a sus autores. «Esas obras están a la intemperie y es preciso proteger ese patrimonio, que es de todos», concluyeron.

La jornada, organizada por Chillida Leku y la Fundación Arte y Derecho dentro de los cursos de la UPV, formaba parte de las conmemoraciones del aniversario del Peine del Viento, que, según reconoció Luis Chillida, «se ha cuidado», cosa que, con frecuencia, no sucede con las obras en espacios públicos, y, como ejemplo, citó el caso de la que su padre realizó en la Plaza de los Fueros de Gasteiz.

«El arte -afirmó Javier Gutiérrez Vicén, director de la Fundación Arte y Derecho- está discriminado, porque no se considera obra de autor, sino como un objeto. Las obras situadas en espacios públicos están a la intemperie frente a la barbarie prota- gonizada, a veces, por los propios responsables públicos. Los propietarios del objeto o los gestores de turno se consideran propietarios de pleno derecho y tratan las obras como un elemento más del mobiliario urbano, haciéndolas desaparecer, como sucedió hace unos años con varias estelas de Ibarrola, que acabaron en un estercolero, cambiándolas de ubicación y, en definitiva, adoptando decisiones que afectan al derecho moral de los autores».

«La escultura no es un mueble»

Al respecto, Andrés Nagel hizo notar que «una escultura no es un mueble, sino un elemento pensado como un inmueble, en función de las condiciones de un lugar determinado; moverla como una pieza de ajedrez según las circunstancias atenta contra su esencia misma». Puso como ejemplo su obra de Zornotza, amenazada de traslado. Pero ayer fueron citados otros muchos casos, como el del bilbaino puente de Calatrava -Fernando Vilallonga, representante del ingeniero, estuvo ayer en el Miramar- o la intervención del Ayuntamiento de Donostia sobre una obra de Sistiaga.

En opinión del artista Anton Patiño, quien citó los casos de «El laberinto de Ícaro», en Vigo, y la Isla de las Esculturas de Pontevedra, la solución pasa por la educación: «Debemos concienciarnos de que existe un patrimonio contemporáneo y que es preciso defenderlo con el mismo rigor y la misma energía que el patrimonio histórico».

Germán Bercovitz, catedrático de Derecho en la Universidad de León, reconoció que no es fácil encontrar un equilibrio entre el derecho de propiedad y el derecho moral del artista. Consideró que, en todo caso, «las lesiones más graves, más graves incluso que cuando se destruye la obra, se producen cuando ésta se expone de forma defectuosa».

Los participantes en la jornada también consideraron discriminatorio que la Ley de Propiedad Intelectual permita el uso de obras con fines comerciales o publicitarios sin permiso del autor. «Nosotros, por ejemplo, no tenemos ningún problema con las reproducciones con fines divulgativos -dijo Luis Chillida-, pero nos hemos encontrado con reproducciones en tres dimensiones del Peine del Viento. No es sólo que tengan fines comerciales, sino que mi padre jamás habría permitido algo así, y a nosotros en el museo no se nos ocurriría hacerlo, aunque se venderían bien». Nagel contó un caso a la inversa, cuando el Ayuntamiento de Barcelona reclamó un canon a quienes grababan un vídeo sobre sus obras. «O sea, el autor no puede autorizar ni prohibir la grabación, pero el Ayuntamiento puede cobrar por ella», denunció.

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