Raimundo Fitero
Sudoku televisivo
O es moda o es una mina, pero las cadenas a partir de cierta hora de la noche se dedican a ofrecer unos concursos simples en los que a base de llamadas, supuestamente en directo, se pueden ganar algunos euros. Posiblemente se trate de una nueva fuente de ingresos, que se trate de un modelo de programa de cadena local que se produce en un cuarto pequeño y con presentadores de un conocimiento popular relativo. Los concursos crecen, lo que significa que se vuelve a los orígenes del invento. Algunos dicen que son un síntoma del actual estado de desorientación imperante, en donde las generalistas de cobertura estatal están pasando por momentos de mucha flojera con resultados por debajo de muchas locales lo que les coloca ante situaciones histerizantes.
Cualquier experto debería tener ya memorizados los cambios de programación, los nuevos programas, las series repuestas y las que llegan por primera vez, pero sin intentar justificarse. Yo miro actualmente las parrillas de todas las cadenas y me parece una surte de sudoku televisivo, en donde casi nunca me cuadra ni en vertical, ni en horizontal, y cuando parece que sale algo se repite un programa varias veces, por lo que hay que volver a empezar. Cuestión de confianza. El movimiento continuo que produce el nerviosismo de los programadores nos lleva a este estado de provisionalidad. La realidad cruda del certificado de Sofres es demoledor. Las audiencias mandan. Aunque manden mal.
Y es que ver a José Coronado convertido en un investigador policial de criminalística nos produce problemas de fe. No hay quien se lo crea, por mucho que se esfuerce. Lo hemos asimilado ya como aficionado a comer yogures en pijama, pero ahora nos parece que no tiene hechuras, ni tono para competir con los policías que se duchan con adn en Las Vegas, Miami o Nueva York. Y la comparación no es odiosa, es obligada. Se presentó y recibió el primer recado a la baja de los dueños del mando. Y recordar al programador que en la noche de los domingos en Tele 5, tiene un espacio para las series de humor cáustico, no para las elucubraciones policiales de nivel perentorio con marchamo de sucedáneo.