Silvia Pérez fue muy popular en Argentina en los años 80, una sex-symbol para su país. Cuando han pasado unos años ha sentido la incomodidad de acudir a un estreno y no saber a dónde mirar ni qué hacer, porque ya no es tan conocida y querida por los medios y el público. Al personaje que interpreta Pérez, a Encarnación, le sucede algo similar, sufre porque la fama ya ha pasado y le angustia el hecho de envejecer. Su nombre alude a «encarnar, convertirse en carne para ser consumida y después abandonada», explicó ayer la directora del filme que compite por la Concha de Oro.

Anahí Berneri debutó en el mundo del celuloide como directora y guionista hace dos años con la película «Un año sin amor». Entre otros premios, ha logrado los galardones Fipresci y Teddy Award en la sección Panorama de Berlinale.

Encarnación también llora porque es criticada y marginada por la familia, excepto su sobrina de 15 años, Ana. Esta adolescente es símbolo de otra etapa , «el paso que da una niña cuando se pone un bikini rosa», en palabras de la actriz que da vida a Ana. Martina Juncadella declaró que en ese sentido se siente identificada con su personaje. «Pasar de una etapa a otra significa percatarse de los pros y contras que tienen todas las mujeres», añadió.

Morbo

«En la sociedad, sobre todo en mi país, hay una especie de morbo de buscar a aquellas personas que han vivido siendo sex-symbol y ver cómo envejecieron para burlarse de ellas, y es muy cruel, porque todo ser humano envejece», criticó la directora que ha trabajado en distintos ámbitos de la industria cinematográfica, al tiempo que precisó que su intención es que el público reflexione y observe el reflejo de la sociedad.