Uno de los comentarios más escuchados tras la proyección de «Lucio» hacía referencia a que si este anarquista de Cascante hubiera nacido en Estados Unidos, su vida hubiera inspirado una superproducción similar a «Atrápame si puedes» de Spielberg.

Yo no estoy de acuerdo por que el código ético e ideológico que mueve al protagonista en su particular cruzada contra el Sistema, hubiera quedado completamente tergiversado. Probablemente, el caso de Lucio Urtubia nunca más se volverá a repetir. Pertenece a otra raza de proscritos románticos que no tienen cabida en esta sociedad condicionada por completo por el capitalismo salvaje. Emociona asistir al testimonio de este anarquista irreductible que ha demostrado que, a nada que uno se empeñe, es capaz de poner en jaque al mayor de los poderes terrenales. Cada uno de los testigos de la vida y obras del protagonista coinciden al afirmar lo llamativo que resultaba comprobar que detrás de la apariencia bonachona, humilde y trabajadora de este modesto albañil, se ocultaba un hábil estratega capaz de urdir el mayor golpe financiero de todos los tiempos. El propio protagonista se encarga de engrandecer, involuntariamente, su propia leyenda cuando habla de sus acciones más recordadas con una naturalidad desarmante y se «enfrenta» a sus entrevistadores cuando, todavía hoy, se niega a dar datos relacionados con aquellos asuntos de dinero y armas en los que se involucró. Como viejo zorro que se intuye tras su afable imagen, Lucio calla mucho y se deja llevar por aquellas cuestiones que tanta fama le reportaron porque simbolizan una perfecta cortina de humo. La operación anarquista, consistente en sacar al mercado y en muy diferentes puntos de Europa, cheques de viaje falsificados del City Bank hizo que este poderoso emporio financiero besara la lona y tuviera que plegarse a las condiciones impuestas por el de Cascante. Jamás se quedó con un duro de todos los millones que pasaron por sus manos, otras organizaciones mundiales antiSistema se beneficiaron de su ingenio lo cual, inevitablemente, provocó que hasta sus más implacables «cazadores» se rindieran ante su talento y encanto rebelde.

Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga han creado un documental de ritmo elaborado. Respaldadas por la música de Pascal Gaigne, desfilan ante nosotros imágenes de aquel tiempo pasado, testimonios actuales y recreaciones ficticias que sirven para dotar de verismo y agilidad las proezas de este anarquista eterno.