Día 27 de septiembre de 1975. El agonizante franquismo oficial comete sus últimos asesinatos con los fusilamientos de Jon Paredes Txiki, Anjel Otaegi y los 3 del FRAP Xose Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz. En realidad el franquismo siguió asesinando durante años, pues después de la muerte del general Franco no desapareció su régimen, a pesar del lavado de imagen a que fue sometido. No fueron desmantelados los sistemas policial y judicial ni las estructuras de poder económico. Se dieron cauce a una serie de libertades convenientemente vigiladas y se autorizaron el juego de partidos políticos y las elecciones, quedando los soportes del estado en manos franquistas, de modo que ha llegado a nuestros días con la etiqueta de democracia lo que no es más que franquismo sociológico.

Así se explica que 32 años después nos encontremos en Hego Euskal Herria con un paisaje desolador: cierres de periódicos, revistas, emisora de radio y de pequeñas empresas; ilegalizaciones de partidos políticos y cierre de sus sedes sociale; detenciones masivas, asesinatos, secuestros, torturas, endurecimiento de la situación de las cárceles, vigilancia y control policial de la ciudadanía, etc. Esto se produce como consecuencia lógica de que el poder auténtico sigue las fuerzas que durante siglos han dominado España y que utilizan para la ejecución de sus proyectos a los partidos políticos.

Con estas reflexiones deseo homenajear a los cinco últimos fusilados por el general Franco, los cuales, si hoy vivieran, con total seguridad seguirían militando por la liberación nacional vasca y contra el capitalismo, por un mundo mucho más igualitario.