A la hora de adaptar el original literario de D. H. Lawrence, siempre se ha primado su fuerte contenido erótico, lo cual ha inspirado todo tipo de versiones, incluyendo «estilizadas variantes porno», como la que protagonizó la eterna «Emmanuel» Sylvia Kristel en el 81 y la japonesa «Lady Chatterley en Tokio», dirigida en los 70 por Katsuhiko Fuji.

En un intento por devolver su contenido romántico a la trama original, la cineasta francesa Pascale Ferran retoma el argumento original para llevar a cabo uno de esos proyectos que siempre son bien recibidos gracias a su logrado envoltorio visual y sonoro. Además, no es la primera vez que la autora de «Petits Arrangements» traslada a la gran pantalla esta crónica de amores apasionados, ya que, previamente, había rodado una miniserie basada en la misma novela de Lawrence. No abundan muchas sorpresas en esta película y la mecánica dramática jamás se aleja de su intención principal.

El escándalo que sacudió la aparición de esta novela queda hoy un tanto difuminado y únicamente subyacen las intenciones originales que el escritor imaginó para la tórrida y desesperada historia de amores extramatrimoniales que comparten la esposa de un oficial británico marcado física y emocionalmente por las trincheras de la primera Guerra Mundial y el humilde guardabosques que custodia su finca.

La exquisita fotografía de Julián Hirch y la omnipresente banda sonora de Béatrice Thiriet se amoldan a la perfección al carácter academicista de esta producción, en la cual cabe destacar la presencia de una actriz que ya nos sedujo en «Las invasiones bárbaras»: Marina Hands; la cual dibuja con acierto las emociones internas de un personaje atrapado en una moralidad bifurcada hacia dos hombres diametralmente opuestos.

Su sola presencia acapara el interés de esta propuesta, en la cual priman los deseos y emociones a flor de piel. Dictada por un tono que jamás se altera, esta película, multipremiada en los Cesar franceses, apuesta abiertamente por un modelo estético cuya excesiva corrección termina por resultar demasiado fría.

Los bellos escenarios naturales y el puntillismo con el que Pascale Ferran mueve su cámara provoca que esta nueva «Lady Chatterley» se convierta en un ejercicio acorde con un modelo social y emocionalmente correcto. Por ese motivo, quizás hubiera sido mas interesante la inclusión de escenas que apostaran más por las emociones internas que por los hechos.