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CRÓNICA

Actrices maravilladas, un actor en un mal trago y abrazos a las madres

No cabe duda de que Maribel verdú y Blanca Portillo tienen tablas. Vamos, que saben meterse al personal en el bolsillo. Ambas artistas animaron la presentación de «Siete mesas de billar francés».

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Karolina ALMAGIA

«Maravilloso». Fue la palabra más escuchada en la rueda de prensa que ofreció el personal de la película de Gracia Querejeta. Flores y más flores, sobre todo en boca de Maribel Verdú -encantadora, como siempre- y Blanca Portillo -divertida, como acostumbra-. Tánto disfrutaron en el rodaje, tan bien estaba el guión, tan estupendamente dirigía el cotarro la hija de Elías, que cuando de madrugada sonaba el despertador, Maribel decía: «¡A currar, qué gusto!». Pues habrá que creerles. Las dos actrices, la verdad, parecían felices y eclipsaron con su presencia a los chicos, Ramón Barea y Jesús Castejón incluidos.

El niño Víctor Valdivia aguantó como un campeón toda la rueda de prensa sentado en su rincón, hasta que por fin le preguntaron lo de siempre: qué tal la experiencia. «No me quejé nada en el rodaje», dijo, orgulloso. Y demostró que aprende rápido: «Fue maravilloso». Según cuenta el press-book, este crío, al que descubrimos en «La educacion de las hadas», de José Luis Cuerda, fue seleccionado para la película «El orfanato», de Juan Antonio Bayona, pero no quiso hacerla porque era de miedo. Estoy con Víctor; las de miedo, para los masocas.

A Maribel le dieron la noticia en directo de que este año le iban a dar el premio Ciudad de Huelva en el Festival Iberoamericano de esa localidad. «¡Qué monos!», fue su respuesta. Y a Elías Querejeta, un periodista malvado le preguntó: «¿No le preocupa esa obsesión cinematográfica de su hija por matar al padre?». Glup. «Eso que lo conteste Freud», se escaqueó el productor hernaniarra.

Abandono el Kursaal y cruzo la puerta del María Cristina, que hoy está muy animado. Veo a Javier Cámara -no sé que tiene este actor, que sólo mirarle a la cara ya me divierte- y un poco más adelante a Diego Luna, que está con una película en Horizontes Latinos, y me pregunto si habrá tenido ocasión de encontrarse con Maribel Verdú, con la que compartió escenas de cama en «Y tu mamá también». Luna viene de Tokio, a donde llegó tras pasar por la Mostra de Venecia, o sea, que no para. En una entrevista concedida a la agencia Efe, leo que es tan famoso en México, que hace poco tuvo que enmascararse para ir a un parque de atracciones con su novia, Camila Sodi. Para el actor de «El búfalo de la noche» -que así se llama la peli que presenta aquí- la parte menos atractiva de su profesión es la fama: «Me da miedo y es lo más difícil de disfrutar. Te hace cuestionarte si quieres seguir viviendo donde vives y te hace tener que encerrarte».

Sigo mi camino y charlo con Martina Juncadella, actriz argentina de sólo 14 años, quien me asegura que lo está pasando «bárbaro» en éste su primer festival. Y eso que su película, «Encarnación», no ha gustado a casi nadie.

Pero yo había venido aquí a ver cómo le entregaban a Alberto San Juan el premio Schweppes Spirit Golfos del Cine. La marca de refrescos, patrocinadora oficial del Zinemaldia, se ha inventado este galardón para promocionar su nuevo producto, y la cosa podía ser divertida.

Fue bastante patético. Cayetana Guillén Cuervo -sí, otra vez ella, lo siento- subida a unos tacones de vértigo, entregó el premio a un cortado Alberto San Juan, rodeado por dos tías buenas con la cabeza llena de flores naranjas. Y después, un silencio incómodo. «Esta es una situación nada golfa», musita él. Casi peor las preguntas que vinieron luego: ¿qué faceta de golfo te gusta más interpretar?, ¿que tienes tú de golfo? «Yo no tengo nada de golfo, en realidad. Ya me gustaría, pero no -aclara el actor del combativo grupo Animalario-. Y, que yo recuerde, de golfo sólo he hecho en dos películas: `Airbag' y `Bajo las estrellas'». Y San Juan, guapísimo, a pesar del traje de corbata negro que le han calzado, empieza a no saber qué hacer. «Qué situación. Le voy a salvar», se apiada Cayetana. Y, agarrándole del brazo, le saca de la escena.

El trabajo es el trabajo, me viene a decir cuando le abordo poco después. Alberto San Juan, que ya me dejó cautivada hace tres años cuando estuvo en este mismo festival con «Horas de luz», donde encarnaba al preso FIES Juan José Garfia, me cuenta que acaba de rodar «Gente de mala calidad» con Juan Cabestany, una película sobre «las relaciones personales y la dificultad de tener relaciones afectivas sanas en una ciudad como Madrid».

Abandono el hotel de los líos y visito los Encuentros de Zabaltegi, siempre interesantes. Ahí está Nora Cortiñas, madre de la Plaza de Mayo, con el pañuelo blanco en la cabeza y la foto de su hijo desaparecido colgada de la solapa. Una imagen que siempre impresiona. El estreno del documental «Madres» se cerró el otro día con cinco minutos de aplausos y decenas de abrazos. «Nosotras no somos las protagonistas, los protagonistas son nuestros hijos e hijas -aclara Nora-. Tenían sueños y utopías y se encontraron con el terrorismo de Estado. Las madres no somos heroínas. Pero 30 años después seguimos recordando al mundo que la desaparición de una persona es el crimen de los crímenes».

 

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