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Antonio Alvarez Solís Periodista

La democracia viciada

El señor López no admite siquiera que pueda existir una legalidad vasca, sino una legalidad «para» Euskadi, como derivada del poder colonialista de Madrid

A estas alturas del asunto empecemos por la conclusión: la llamada cuestión vasca está absolutamente en manos de Madrid, porque es Madrid quien la produce. Es Madrid quien niega las posibles soluciones. Es Madrid quien impide cualquier progreso razonable. Es Madrid el que somete cualquier remedio a la amenaza radical. Es Madrid el que decide la imposición colonial mediante leyes secas y sacralizadas que despojan a la ciudadanía de su capacidad creadora de orden y de derecho. Todos los que desde Euskadi convierten la cuestión vasca en un asunto interno, mediante una ladina reflexión autoculpabilizante, olvidan que no es posible ninguna clase de progreso entre vascos mientras Madrid circule por el camino de dirección única constitucional. Más aún: quienes desde Euskadi hablan de negociación sin confrontación o de transversalidad son, simplemente, piezas de la estrategia madrileña, que no consiste en otra cosa que en la rotundidad y elementalidad del «no» a los deseos profundos de un pueblo que, como nación, simplemente desea poseer los instrumentos políticos que hagan de ese pueblo una nación en plenitud, una nación sin adjetivos, una nación que no puede pudrirse años tras año en el adjetivo malicioso de la nacionalidad, pájaro sin alas.

Una España que ha sido triste ejemplo histórico de la conculcación de constituciones, que ha hecho de las constituciones papel mojado desde Pavía al 23 F, maneja ahora la Carta mal nacida como si fuera la gran fuerza magnética que reside en el Arca de la Alianza. Y así, sin calidad noble en la reflexión pública, la vicepresidenta del Gobierno habla de que la propuesta de un pacto entre Euskadi y España para abrir, según el lehendakari, el camino final para dar al referéndum una dimensión noble y ejecutiva, es simplemente «un desvarío más que un desafío», «una radical desconexión de la realidad». Locura, pues, pensar en la noble realidad de un pueblo. Y añade ese leve y pintoresco personaje que es José Blanco que «nada se podrá hacer al margen de la Constitución y de la ley». De la ley en general, que eleva como muro ideológico que horizontalmente impide la posibilidad de las ideas y de la creación política. Pepiño, gran sacristán de esa parroquia inmóvil ha sentenciado: «Les hemos dicho que `no' en aquel momento -se refiere al indigno y despreciativo rechazo parlamentario del texto enviado por el lehendakari a Madrid- y les volveremos a decir `no' en éste». Más todavía, el mismo Patxi López, que orada con su berbiquí prestado la dignidad del pueblo vasco ante una posible consulta al mismo, subraya que la iniciativa del lehendakari «está destinada al fracaso porque no encaja en la legalidad». O lo que es lo mismo, el señor López no admite siquiera que pueda existir una legalidad vasca, sino una legalidad «para» Euskadi, como derivada del poder colonialista de Madrid.

¿Y qué dice el inefable Rajoy, que custodia la gran herencia franquista con la determinación de la escolta mora? Simplemente esto: «La propuesta de una consulta es inconstitucional, pues pretende quitar a los españoles la capacidad que les da la Constitución para decidir sobre la soberanía de una parte de España». Sr. Rajoy, lo definido no puede entrar en la definición, ya que está usted encerrizado en manejar su lógica desmedulada. Porque lo que está en cuestión precisamente es una realidad fundamental: que Euskadi no es España. Y así no cabe tenerla por parte de lo español para lla-mar a los ciudadanos Duero abajo a decidir cosa que no les pertenece.

No se empeñen una serie de vascos, que han hecho de su nacionalismo una voluta impresentable del regionalismo, en negar la noble confrontación política, en proponer el transversalismo que condena la línea recta y entendible, que agravian de fascistas a los abertzales que luchan en la izquierda real por la patria vasca. ¡Hablar de fascismo en Euskadi con las dos manos metidas en la masa agria de Madrid...! No se empeñen esos vascos en ofrecer la cabeza del soberanismo sobre la bandeja que complazca a los amantes del gran poder central, último colonialismo que verá derrotado España. Porque la batalla radical está planteada por Madrid. Y en ella uno de los dos contendientes, España o Euskadi, han de decidir sobre la victoria necesaria y vital.

Sólo España es responsable de los males derivados de este proceso. Y quien mencione a ETA como el gran inconveniente niega la gran realidad política. Con la cuchara de ETA no se puede espumar la verdad respecto a Euskadi. Ellos, los de aquí y los de allá; ellos, los custodios de la españolidad escurialense, lo saben. Y mienten, mienten, mienten...

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