ocupación y resistencia en IRAK
75 años después, los británicos tropiezan en la misma piedra iraquí
Los británicos siguen soltando lastre militar en Irak. Retirarán a otros 1.000 soldados y entregarán la última de las cuatro provincias que tenían bajo su control teórico. El anuncio coincide con el 75 aniversario hoy de la independencia de Irak, hasta entonces bajo la bota británica. Londres accedió en aquella época a esta solución a cambio de mantener su influencia en el país. Todo apunta a que asistimos a un incipiente intento de repetir aquel error histórico.
GARA | BASORA
En su primera visita al Irak ocupado desde que sucediera a Tony Blair -el segundo del Trío de las Azores- en el número 10 de Downing Street, Gordon Brown anunció un nuevo paso en su plan de repliegue militar.
El primer ministro, cuya reciente pujanza en las encuestas tiene que ver con su gestión de la cuestión iraquí -en las antípodas de la terquedad de Blair-, anunció que retirará antes de Navidad a otros 1.000 soldados británicos y aseguró que, en un plazo de dos meses, traspasará a las autoridades locales el control de la provincia de Basora, su último reducto en el sur de Irak.
El Ejército británico, que entró el 7 de abril de 2003 y al calor de la invasión estadounidense en la ciudad del mismo nombre -la segunda en habitantes de Irak tras Bagdad-, recibió de manos del Pentágono el encargo de controlar cuatro provincias del sur de Irak, incluida Basora.
Llegó a tener más de 8.000 soldados en Irak, el segundo contingente en importancia tras el estadounidense, si exceptuamos al grueso de 50.000 mercenarios contratados por «empresas de seguridad privada».
Obligado a hacer frente desde el primer momento a la oposición de la población, mayoritariamente chiíta en el sur del país, y a una resistencia armada creciente que le ha causado 170 bajas mortales y cientos y cientos de heridos, fue el propio Tony Blair -hostigado por la opinión pública británica- quien se vio forzado a iniciar el repliegue, una tras otra, de las provincias chiítas ocupadas.
Una estrategia hecha suya e impulsada con más ahinco por Brown, que pretende reducir hasta alrededor de 4.000 el actual contingente de 5.500 soldados que se encuentran atrincherados y prácticamente aislados en una macro-base situada a 25 kilómetros de la ciudad de Basora y en pleno desierto.
El 3 de setiembre pasado, y con Brown ya al frente del Gobierno británico, los últimos 500 soldados que permanecían en lo que fuera el Palacio Presidencial de Saddam Hussein en el centro de la ciudad de Basora, en las orillas de Chatt al-Arab, se replegaban al desierto.
Ecos de la historia
El anuncio de nuevo repliegue británico, al que con toda seguridad seguirán otros el próximo año, coincide en el tiempo con el 75 aniversario de la declaración de independencia de Irak, la antigua Mesopotamia.
Tal día como hoy, el 3 de octubre de 1932, el entonces imperio británico asistía a su pesar a la entrada de una de sus más preciadas y maquiavélicas creaciones, Irak, en la Sociedad de Naciones, organización ancestral de la actual ONU.
Gran Bretaña había apoyado años antes, con armas y dinero, la lucha de los árabes contra el imperio otomano. Aliado de los británicos, el jerife Hussein de la Meca, gran líder musulmán sunita, lanzó la revuelta contra los otomanos en 1916. Sus tropas entraban triunfantes en Damasco (hoy Siria) en 1918.
Pese a prometer a los árabes que podrían unirse en una gran nación unida, Londres y París decidieron en 1920 repartirse los despojos de la caída de la Sublime Puerta a través del sistema de mandatos. También los kurdos fueron traicionados por las promesas occidentales y cuarteados como pueblo eternamente fronterizo.
El hijo del jerife Hussein, Faysal, fue expulsado por los franceses de su recién inaugurado trono de Siria y rescatado por los británicos, que le reservaron un papel de rey comparsa en su protectorado de Irak, un país de construcción artificiosa que retenía al norte a parte del pueblo kurdo y dividido a su vez entre una minoría sunita y la mayoría chiíta -división que en aquella época tenía menor relevancia en atención a la condición árabe de todos los iraquíes-.
Desde el primer momento de su mandato, los británicos tuvieron que hacer frente a una feroz resistencia, liderada en la década de los veinte preferentemente por la población chiíta del sur de Irak.
Solución de compromiso
La resistencia forzó a Londres a un repliegue estratégico y a dar su visto bueno a la solución de un Irak «independiente» con una monarquía constitucional liderada por la dinastía hachemita (sunita) a la que pertenecía el propio Faisal.
Uno de sus descendientes, el jerife Ali ben Hussein, equipara aquellos años con la situación actual y elogia la actitud «pragmática» de los británicos en comparación con la de los estadounidenses. «Si los estadounidenses se hubieran detenido a conocer la historia del país, se habrían dado cuenta inmediatamente de que serían incapaces, como los británicos, de gobernar directamente Irak», señala.
Pero el repliegue estratégico del imperio británico no acabó con su influencia en Irak.
Esa influencia determinante condenó a Irak, desde 1932, a sucesivas crisis, golpes de estado y levantamientos populares, que acabaron en 1968 con la llegada al poder del partido Baaz, del ejecutado Saddam Hussein.
«Colaboración económica»
Primer ministro de un país que se conforma al día de hoy con ser el aliado más fiel del imperio estadounidense, Brown se reunió ayer en la Zona Verde de Bagdad con el primer ministro del Gobierno títere, el chiíta Nuri al-Maliki, y le ofreció cooperación económica y política, eufemismo para ocultar su intención de participar, siquiera como segundón, en el gran pastel de las inmensas reservas petrolíferas de este país que, por otro lado, tiene una gran importancia geoestratégica.
Como hace 75 años, Gran Bretaña, y presumiblemente EEUU, parecen aspirar a repetir la misma jugada. ¿Tragarán el anzuelo esta vez los iraquíes?
La oposición conservadora británica, que celebra su congreso en Blackpool, denunció la visita de Brown a Irak como una «operación mediática» en un momento en el que la prensa augura su intención de adelantar las elecciones.
El partido gubernamental en Siria (Baath) y el Ejército turco han coincidido en denunciar la aprobación reciente por el Senado de EEUU de un plan sobre el federalismo en Irak que califican de programa para la «partición» del país ocupado.
Turquía se reserva el derecho a atacar Kurdistán Sur con la excusa de su lucha contra el PKK, pese a que el tratado firmado con Bagdad no lo contempla. El Ejército turco tuvo hasta 2003 el derecho de «persecución transfronteriza» otorgado por Saddam.
Los habitantes de la ciudad de Basora siguen alegrándose de la retirada hace ya un mes de los ocupantes británicos.
«Somos libres, los ocupantes dejaron la ciudad», rememora Imad Jalaf, de 52 años, la salida de las últimas tropas de la capital del sur de Irak el pasado 3 de setiembre, mientras pasea por el mercado en compañía de sus hijos. «Los mercados están repletos de gente, tanto de noche como de día, y las familias pasean libremente y con tranquilidad por los jardines públicos», se congratula Jalaf.
Alrededor del otrora cuartel general británico, hasta esa fecha objetivo cotidiano de ataques con morteros o con armamento ligero, la vida vuelve a la normalidad, los habitantes han vuelto a ocupar sus casas abandonadas y las tiendas han vuelto a abrir sus puertas.
«Aquí teníamos verdadero pavor a las patrullas británicas y los enfrentamientos con los milicianos estallaban en cualquier momento. Actualmente, Basora se mantiene en calma», coincide en felicitarse Ziyad Mohamed, de 27 años.
Militares y policías iraquíes patrullan las calles de la ciudad, en relativa calma y que bullen de actividad hasta entrada la tarde. «Nuestros niños pueden otra vez salir a la calle, pasear por las aceras», constata Laila Qasim, quien hace suyo un dicho muy popular entre la población: «Irak debe ser protegido por los iraquíes».
Un diplomático occidental se ve obligado a reconocer bajo anonimato que los incidentes han bajado de forma muy clara, «en parte porque los insurgentes no tienen contra quién actuar».
Confesión relevante, habida cuenta de que los medios occidentales auguraron interesadamente un descenso de Basora a los infiernos con motivo de la retirada británica. Es cierto que la ciudad sigue siendo teatro de operaciones de una lucha por el control entre formaciones chiítas rivales. Fuentes occidentales relacionan con esta lucha el atentado con coche bomba del pasado 25 de setiembre contra el cuartel general de la Policía.
«Reconozco que hay actos de crimen organizado, secuestros y robos, pero les pondremos fin», augura el general Abdul Jalil Jalaf, jefe de la Policía local. «Lo que necesitamos son más soldados y policías», señala finalmente.
Un kamikaze detonó ayer un vehículo en un control policial cercano a la ciudad de Jalis, 80 kilómetros al norte de Bagdad, causando la muerte a otras seis personas. Otras tres personas murieron en Bagdad, donde se hallaron once cadáveres mutilados.