Gazprom amenaza a Ucrania al final de un recuento electoral de infarto
El gigante gasero ruso, Gazprom, amenazó ayer con cortar el suministro a Ucrania por impago, lo que volvió a poner los pelos de punta a la UE. La advertencia tiene lugar en la fase final de un recuento electoral decisivo para cimentar el futuro poder político en Kiev.
GARA |
«En vista del próximo incremento de consumo de gas en otoño e invierno y teniendo en cuenta el no respeto sistemático de los acuerdos en vigor de la parte ucraniana, Gazprom se verá obligado, en caso de que la deuda no sea pagada en octubre, a comenzar a reducir el suministro de gas natural a los consumidores ucranianos».
Gazprom asegura que Ucrania le adeuda 130.000 millones de dólares, extremo que negó tajantemente la compañía ucraniana Naftogaz.
Una fuente cercana a la Presidencia ucraniana, detentada por el pro-occidental Viktor Yushenko, interpretó esta amenaza de Gazprom como un «aviso» a Julia Timoshenko, igual o más fervorosamente pro-occidental que Yushenko, y probable primera ministra en caso de que las formaciones naranja logren la mayoría en el Parlamento.
Los países de la UE y la Comisión Europea «han sido informados» de la situación, preciso Gazprom. Más de un cuarto del gas que consume la UE proviene de Rusia y las cuatro quintas partes de este suministro pasan por Ucrania. La anterior crisis gasística entre Moscú y Kiev se saldó con perturbaciones en el aprovisionamiento occidental.
«Arreglo rápido»
La Comisión de Bruselas urgió a un «arreglo rápido» a la nueva crisis. Gazprom reaccionó mostrando su esperanza en una solución y negó relación alguna entre su amenaza y lo disputado del recuento electoral. Aseguró, en este sentido, que ha guardado silencio antes y durante las elecciones para no condicionar su resultado.
En enero de 2006, Ucrania se convirtió en el primer país que tuvo que enfrentar la determinación rusa de incrementar el precio de su gas. Tras un corto período de suministro, Kiev tuvo que ceder a un fuerte aumento del precio. Le siguieron otros países vecinos de Rusia, el último su «aliado» Bielorrusia.
En enero del pasado año, y tras una amenaza similar por parte de Gazprom, Ucrania, y por derivada algunos países de la UE, sufrieron cortes en el suministro de gas ruso.
Con el 97,5 escrutado, el Partido de las Regiones, del primer ministro Yanukovich, se confirmaba como primera fuerza en el panorama ucraniano por delante de las formaciones naranja.
La alianza naranja entre el presidente Yushenko y Julia Timoshenko dependía de que el Partido Socialista, aliado de Yanukovich, no superara el listón del 3% para acceder al Parlamento (Rada).
Los últimos resultados electorales, con el recuento del 97,5% de los votos, otorgaban la victoria al Partido de las Regiones, del actual primer ministro, Viktor Yanukovich, con el 34,17% de los votos, casi cuatro puntos por encima de la pro-occidental Julia Timoshenko.
Al 30,8% de votos que cosechaba esta candidata a primer ministro habría que sumar, aunque no de forma automática, el escueto 14,29% que las urnas daban a la formación del presidente Yushenko.
Un 45,13% de votos que, de formalizarse el acuerdo tan ansiado por Occidente, podría bastarles para repartirse el poder en el Gobierno de Kiev pese a la victoria del considerad pro-ruso Partido de las Regiones de Janukovich, quien fue desalojado del poder por la «revolución naranja» liderada por Timoshenko y Yushenko, con apoyo de EEUU y la UE, en el invierno de 2004.
Con todo, la cosa no estaba nada clara, ya que el recuento anticipaba que Yanukovich podría lograr la mayoría parlamentaria con sus más que previsibles aliados. Entre ellos se incluye al Partido Comunista, al que otorgaban el 5,36% de votos. El Bloque Litvine, dirigido por el ex presidente del Parlamento Volodymyr Litvine, cosechaba el 3.95% de los votos a sumar, en principio, al bloque azul, color con el que se conoce a los alineados con Yanukovich.
Pero la verdadera llave se situaba en el Partido Socialista, ahora aliado de Yanukovich aunque al principio se situó al lado de la «revolución naranja», y al que el recuento situaba en torno al 3% de los votos, barrera mínima establecida por la Constitución para acceder al Parlamento y para que sus votos no queden invalidados y puedan ser sumados a sus aliados.
