Las elecciones en Polonia han confirmado el cambio de gobierno. El polémico Jaroslaw Kaczynski ha perdido los comicios y deberá dejar el puesto de primer ministro en manos de Donald Tusk, líder de la coalición liberal de derechas Plataforma Cívica.

En todo caso, los cambios que puede generar este nuevo gobierno no son tan profundos como insinúan la mayoría de los medios occidentales. Es cierto que en los próximos meses veremos algunos cambios en política exterior que cambiarán la imagen estridente transmitida por los hermanos Kaczynski. Su alineamiento con los intereses atlantistas han llevado a Polonia a jugar un papel relevante en la ocupación de Irak y han desatado un conflicto diplomático con Rusia en torno al escudo antimisiles. Sus posturas respecto a temas como el aborto, la pena de muerte o los derechos de los homosexuales han sido acogidos con preocupación en Europa.

Según todos los indicios, Tusk intentará equilibrar esas posturas con cierto halo europeísta y una imagen menos retrógrada, pero igualmente conservadora. No podemos olvidar que su coalición es parte del Partido Popular Europeo y que la punta de lanza de su programa son las privatizaciones y la bajada de impuestos. Receta que difícilmente puede ayudar a solucionar los dos grandes problemas que padece la sociedad polaca: la exclusión social y la emigración.