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La sala de consumo supervisado de drogas de Bilbo ha sido utilizada por 1.830 usuarios desde 2003

Médicos del Mundo asegura que la Sala de Consumo Supervisado, abierta hace cuatro años en Bilbo, ha demostrado ser una estrategia eficaz y eficiente en la reducción de riesgos y daños asociados al consumo de drogas ilegales. Por ella han pasado 1.830 usuarios.

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Agustín GOIKOETXEA

Los responsables de Médicos del Mundo se muestran satisfechos por la aceptación que ha tenido este recurso desde su apertura en noviembre de 2003. Por la sala de la bilbaina calle Bailén han pasado 1.830 personas -el 83,5% son hombres y el 16,5% mujeres-, que han realizado 96.387 consumos de bajo riesgo, según destacó José Julio Pardo, presidente del colectivo.

Uno de los datos que sobresale en el balance de la sala es el de la baja incorporación de jóvenes a este recurso, donde la media de edad de los varones usuarios es de 39 años y de las mujeres de 36. En Alemania y Canadá, por ejemplo, son más jóvenes, según se desprende de una encuesta efectuada por la ONG con datos de 2006, al contrario que en el Estado español y Australia.

El perfil de los de Bilbo es el de personas empadronadas en Bizkaia, con estudios primarios, que sobreviven gracias a algún tipo de prestación social «o se buscan la vida en la calle». Hay una alta prevalencia de VIH y hepatitis, la primera más entre las mujeres y la otra en los hombres.

El presidente de Médicos del Mundo explicó que 59.227 consumos fueron por vía intravenosa -especialmente de cocaína, seguida de heroína y la mezcla de ambas sustancias-, 27.435 por inhalación y 1.827 que la esnifaron. A los meses de abrirse el servicio, en julio de 2004, se posibilitó que se esnifase y, al año, que se consumiese por vía inhalada/fumada heroína, lo que incrementó el número de usuarios. Pardo subrayó que este cambio ha supuesto el acceso de grupos étnicos y nacionalidades diversas a la sala de Bailén, «siendo éste en muchos casos el medio de acceso de estos colectivos a los recursos de la red pública de atención sociosanitaria y a otros recursos».

A nivel internacional, entre los varones la forma de consumo mayoritaria es la inyectada, mientras que para las mujeres lo es la vía inhalada.

Celina Pereda, vicepresidenta de Médicos del Mundo, incidió en que desde la Sala de Consumo Supervisado tratan de favorecer que los excluidos accedan a otros recursos asistenciales, como son la red sanitaria de Osakidetza y otros medios de reinserción social, a los que no acudirían en otras circunstancias. El coordinador de la «narcosala», Javier Río, resaltó su importancia para educar en el consumo de bajo riesgo de drogas ilegales, aportando un «ambiente supervisado, controlado y más higiénico que en la calle, pisos o pensiones».

En un trabajo estadístico a nivel internacional, Médicos del Mundo constata que el servicio más valorado por los drogodependientes en todos los lugares del planeta consultados es el de la supervisión del consumo inyectado de menor riesgo, seguido por el servicio de intercambio de jeringuillas, la atención sociosanitaria básica y las intervenciones socioeducativas.

Ingrid van Beek, directora médica de un equipamiento similar en Sydney, consideró que estas infraestructuras asistenciales son «una pauta de acceso» a otros centros de tratamiento. Van Beek comentó que las «narcosalas» en Australia son similares a las de Bilbo, aunque no se puede inhalar, apostillando que las drogas son distintas.

Río declaró que, tras el paso por su servicio, los hábitos «saludables» de los toxicómanos se mantienen dentro y fuera de la sala, añadiendo que su objetivo final, tal y como mencionó Celina Pereda, es evitar que la actividad del centro sea desconocida por la ciudadanía.

Aceptada por los vecinos

Precisamente, el desconocimiento de la naturaleza del recurso fue lo que motivó la oposición radical de los vecinos del entor- no a la apertura de la «narcosala». El presidente de Médicos del Mundo confesó ayer que «ahora la sala está aceptada entre los vecinos». Pardo les agradeció su compor- tamiento porque «pese a estar en contra, nunca nos han molestado».

El coordinador desveló que la media mensual de uso se sitúa en cinco veces, aunque Javier Río aclaró que hay algunas personas que acuden más de 200 veces. El 85% lo conoce gracias «al boca a boca».

La instalación de Bailén ha efectuado en cuatro años más de 300 talleres con usuarios, con una media de ocho personas a la semana. En ellos se han realizado actividades formativas orientadas a la reducción de riesgos de transmisión de enfermedades infectocontagiosas, de habilidades sociales y personales, de consumo responsable y de menor riesgo, de manejo de sobredosis y de actuación frente a sintomatología asociada al consumo, entre otras.

Además, se han dispensado 218.998 jeringuillas, de las que 78.836 se han utilizado en la propia sala, y se han hecho llegar 140.162 kits para el consumo inyectado de menor riesgo en el exterior. También se han recuperado 191.745 jeringuillas. Un equipo de Médicos del Mundo ha llevado a cabo más de 200 salidas a la calle para acercar el servicio a los toxicómanos.

No es la única iniciativa de esta ONG, que junto a Bizia ha organizado hasta el sába- do en Bilbo y Biarritz una reunión científi- ca internacional sobre salas de consumo, con la colaboración del Consejo General de los Pirineos Atlánticos. Ayer, en el salón de actos de la bilbaina biblioteca de Bidebarrieta, representantes de diferentes «narcosalas» expusieron sus experiencias, aunque el grueso de la cita será en la localidad labortana a partir de hoy.

En Bilbo, Médicos del Mundo presentó el primer informe internacional sobre estas infraestructuras, que analiza las experiencias en 20 salas de ocho estados distintos, que son gestionados en su mayoría -un 71%- por entidades sin ánimo de lucro.

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