Maite SOROA
Savater y sus cosas
Ahora que se ha lanzado al terreno de la política activa, Fernando Savater adoctrinaba ayer en las páginas de «El Diario Vasco» y «El Correo Español» contra el nacionalismo (el vasco, claro) y advertía que «la radicalización de los partidos nacionalistas no proviene en el fondo de la frustración de sus demandas sino todo lo contrario: de que las han visto satisfechas en lo esencial demasiado pronto». ¡Echale guindas al pavo!
Y es que, según el compañero de Rosa Díez, las cosas fueron mieles: «En busca de la armonía y en el entusiasmo fraternal de los primeros años de la democracia incluso se hicieron concesiones institucionales excesivas cuyos peligros de abuso permanente se han visto después, ya disipadas las brumas iniciales en las que todos suponíamos que todos querían lo mejor para todos. Los nacionalistas de perfil más moderado se vieron así con sus reivindicaciones tan prontamente satisfechas que sintieron la amenaza de ser ya políticamente superfluos».
Y así las cosas, «para evitar el desempleo, continuaron exprimiendo y estrujando lo conseguido hasta lograr pasar de tener la voz propia que les había sido antes negada a convertirse en aspirantes a ser la voz única en sus autonomías y amordazadores de las voces ajenas. El caso de la lengua ha sido paradigmático, sobre todo en el terreno educativo, donde los idiomas antes reprimidos pasaron a ser cooficiales y después prioritarios y hegemónicos a machamartillo, hasta el punto de que el castellano ocupa hoy el lugar institucional e injustamente marginado que antes padecieron el catalán, el euskera o el gallego». Este vive en otro planeta.
Y cita la última majadería que se les ha ocurrido: «Un síntoma de lo que vivimos es la indecente colección de fotos expuestas en el Guggenheim por un sedicente artista (¿ay, los artistas! Un día habrá que hablar de ellos, de su decencia pública y de cómo se han portado en los últimos treinta años respecto al terrorismo vasco). El señor Vidarte, director del museo, puede que las haya expuesto sin mala intención: sin embargo lo que está claro es que nunca se habría atrevido a exponer algo igualmente `legal' pero que pudiera entenderse como equidistante respecto al franquismo o a los GAL. A sus grandes conocimientos de arte une un máster en el arte más importante de todos: el arte de no desagradar a quien le ha nombrado a uno y puede despedirte si metes la pata». Lo del «sedicente artista» me ha gustado. Un beso, Clemente.