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Floren Aoiz Escritor

Claro que no fue ETA

El diario «El País», que abría una de sus ediciones de aquellos días de marzo de 2004 con un rotundo «Matanza de ETA en Madrid», se felicita ahora de la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el 11-M. En su editorial del 1 de noviembre dice de ella que «no ha podido ser más clara y contundente: de conspiración nada, de ETA ni rastro». Añade el diario: «Uno a uno, desmonta todos los infundios lanzados durante más de tres años, en un feroz desafío a las instituciones democráticas y al funcionamiento del sistema constitucional». En vano espere nadie que los redactores del editorial hagan alguna referencia a su mensaje en los momentos posteriores al atentado, cuando no dudaron en dar pábulo al «infundio». Nula autocrítica: los únicos que han intentado mezclar a ETA en la masacre son los del PP y los portavoces de la derecha mediática, comenzando por la radio de los obispos.

Todo un alarde de hipocresía en el salto que media entre señalar a ETA directamente en 2004 y afirmar con satisfacción en 2007 que una decisión judicial aclara que no se ha detectado ni rastro de ETA en la trama de los atentados. Pero, ojo, «El País» es sólo un ejemplo. Lo mismo hicieron otros medios y también líderes como Ibarretxe, o Patxi Zabaleta. Ninguno de los políticos que con los trenes todavía humeantes bramaron estupideces contra la izquierda abertzale ha realizado jamás un sólo gesto de autocrítica. Es más, se han presentado como víctimas de un engaño al que en realidad se prestaron inmediata y sumisamente. Corrieron como liebres asustadas, y les faltó tiempo para renegar de todo lo renegable y ofrecer plena y absoluta disposición para sumarse a la cruzada contra la izquierda abertzale, que todo el mundo veía venir a cortísimo plazo.

Ahora, todos ellos, cuyas bajezas han quedado registradas para siempre en las hemerotecas, celebran una sentencia que -dicen- les ha dado la razón y desautoriza a los defensores de la teoría de la conspiración. Y ocultan que ellos fueron parte de esa conspiración en sus primeros pasos; no víctimas, sino cómplices, que es muy diferente.

Se pueden hacer muchas valoraciones sobre la sentencia y sus consecuencias políticas, pero también hay que recordar que en aquellos duros y tristes días de marzo de 2004 algunos no dudaron en sumarse a las mentiras del PP.

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