Raimundo Fitero
Espectáculos
Los programas en los que se intenta hacer ver que hablan de asuntos políticos se han convertido en un espectáculo comparable a esos montajes ridículos de lo que se llama lucha americana, con equipos y luchadores disfrazados que simulan golpes, llaves, actitudes y demás ficciones. En las televisiones también llevan trajes extravagantes y en algunos casos hasta tatuajes. No llegan, de momento, al contacto físico, pero se ponen como fiel infantería de los partidos mayoritarios y todos hablan con consignas pero invocando siempre su libertad, su independencia y su categoría de periodistas. Los políticos, dijéramos, son una especie de filigraneros que colocan el debate en un territorio marcado y después dejan a sus gallos, a sus mascotas, para que se peleen.
En estos tiempos tensos, la moda es abandonar los platós. En una tertulia de Canal Sur, fueron los del lado del zapaterismo quienes dejaron solo a ese ser mentiroso y rijoso que es jefe de informativos de una cadena pro-golpista que bendicen los obispos, todos los obispos. Ante la sarta de barbaridades, insultos, acusaciones, amenazas y sandeces, después de contestarle con dureza, se pusieron sus abrigos de dignidad impostada y se fueron. «Ahí te quedas». Y se quedó.
La otra noche la estrella fue esa señora rubia tan amiga del reconocido franquista Mayor Oreja, quien abandonó el plató de «59 segundos». Isabel San Sebastián, la que más mentiras, más conspiraciones, más trampas ha propiciado, la que ha sido expulsada de todos los programas televisivos que ha intentado dirigir por falta de respuesta de las audiencias, se fue acusando a José María Calleja de chaquetero. Son esas escenas tan constructivas que nos revelan un tipo de periodistas que se han hecho su chalet a base de encaramarse en la difamación, de ser los que más anti ETA, anti Euskadi, anti vascos del mundo, pero que en estos momentos, por asuntos estratégicos, una debe seguir mintiendo para que Pedro J. le pague, y el otro debe moderar su violencia para que el post polanquismo no le quite programa. Y se pelean ante las cámaras. Y yo, lo disfruto. Soy un morboso. Son los modelos periodísticos del tomate político.