«Una renta básica universal no beneficiará a los ricos»
Daniel Raventós (Barcelona, 1958) es presidente de la Red Renta Básica, miembro del International Board de la Basic Income Earth Network (BIEN), doctor en Economía y profesor titular de Sociología en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona.
El debate para terminar con la pobreza continúa en este mundo desigual, donde los más ricos cada vez tienen más y los más pobres, cada vez tienen menos. La renta básica puede ser una salida y se define desdela Red de Renta Básica como «un pago monetario individual, universal e incondicional realizado por alguna administración pública sin ninguna condición adicional a la de ciudadanía o residencia acreditada». Daniel Raventós representa un ejemplo en la defensa de esa inciativa, con un camino aún largo por recorrer.
¿Está calando la propuesta de la renta básica entre la población europea y a nivel mundial?
Sí, pero no al mismo paso. Hay países en donde la propuesta ya lleva años de discusión. El mismo reino de España sería un ejemplo, Brasil sería otro con la promulgación de una ley hace ya 3 años de Renta Básica de Ciudadanía de aplicación gradual, y otros en donde ha surgido hace poco tiempo, pero con mucha fuerza. México es para mi el caso más claro. Lo que resulta indudable es la penetración cada vez más firme de esta propuesta en países fuera del ámbito europeo.
Una de las controversias más importantes reside en la entrega a todas las personas, sean ricas o pobres, de una renta universal. ¿Puede explicarlo?
Que, por definición, todas las personas de un ámbito geográfico determinado recibieran la renta básica, no significa que todas salieran ganando. Los ricos, en toda propuesta de financiación para mi filosófica, social y políticamente interesante, pierden, aunque reciban la Renta Básica, porque deberían aportar más para poderla financiar. La mejor forma de explicarlo es mediante un estudio de simulación que hicimos hace poco para Catalunya y que Jordi Arcarons, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, está perfilando a lo largo de los últimos meses con muestras cada vez más completas. Mediante una reforma del IRPF, se podría financiar (entre otras muchas posibilidades) una Renta Básica de 5.414 euros anuales para toda la población catalana adulta y de 2.707 para toda la población menor de 18 años. Aproximadamente, el 15% más rico de la población perdería algo -el 2% más rico algo más que algo- respecto a la situación actual aunque recibiera una Renta Básica. Entre el 65% y el 70% con rentas más bajas, es decir, que ya nos situamos en capas de la población que no son ni mucho menos pobres, saldrían ganando respecto a la situación actual. Habría un 10-15% que se quedaría prácticamente igual que ahora.
¿Está de acuerdo con esta reducción de impuestos que se está aplicando a quienes más rentas poseen?
No, claro que no. Especialmente la competición entre distintos estados; por un lado para rebajar los impuestos de Sociedades, y dentro del territorio comprendido por el Estado español, entre las distintas comunidades autónomas, para ver quién ofrece pagar menos impuestos de Patrimonio y de Sucesiones, no puede menos que resultar negativa. En la Europa de los 15, desde 1995 hasta nuestros días el Impuesto de Sociedades ha pasado del 38% a menos del 30%, y en la Europa de los 25, ha pasado del 35% a cerca del 20%.
También ocurre en el Estado español.
El gobierno del reino de España, para no ser menos, rebajó a finales de 2005 hasta el 30% -entonces estaba en el 35%- a las grandes empresas que facturan más de 8 millones de euros anuales. Y sigue con la intención de continuar haciéndolo. Quienes más consecuentes han sido con esta forma de proceder han sido los paraísos fiscales. Y la cantidad de dinero que mueven los paraísos fiscales no es insignificante, supone la mitad de la actividad financiera mundial. El gran constitucionalista estadounidense Cass Sunstein lo dijo no hace muchos años: «Los impuestos, lejos de ser una obstrucción a la libertad, son una condición necesaria de su existencia».
En la propuesta de renta básica que aparece en su libro «Las condiciones materiales de la libertad» se muestra partidario de una renta básica similar al SMI, ¿no habría que tener en cuenta que el salario mínimo interprofesional español es un 40% inferior a la media de los existentes en la Unión Europea?
Lo que aparece en el capítulo 8 de mi libro es un cierto resumen del mencionado estudio de financiación. El estudio lo empezamos a hacer en el año 2003. Tomamos el SMI (12 pagas) que había en aquel momento. El criterio del SMI es uno entre otros. Existen otros posibles criterios como el umbral de la pobreza, la pensión media, etc. Nunca debe olvidarse de que tan importante es la cantidad de renta básica como la forma de financiarla.
En la Comunidad Autonómica Vasca ya esxiste una renta básica, que surgió de manera descafeinada de la Iniciativa Legislativa Popular que se denominó Carta de los Derechos Sociales, ¿qué diferencia encuentra entre ésta y la que ustedes propugnan?
La diferencia es muy clara. La renta básica de la CAV requiere, para poder recibirla del cumplimiento de algunos requisitos que no requiere la Renta Básica que nosotros, la Red Renta Básica (sección del Basic Income Earth Network), defendemos. Como usted definía muy acertadamente, la Renta Básica no precisa de ninguna condición adicional a la de ciudadanía o residencia acreditada. No es el caso, obviamente, de la CAV.
¿La necesidad de instaurar una renta universal supone la derrota del Estado de Bienestar?
Esta es una pregunta difícil de responder en pocas palabras. En mi libro dedico un apartado precisamente a este punto. Allí intento argumentar que siempre hay quien, admirador del Estado de bienestar y partidario de la Renta Básica, esté muy dispuesto a forzar las compatibilidades. También hay quien, no tan admirador del Estado de bienestar y también partidario de la Renta Básica, no tiene el mínimo reparo en encontrar claros puntos de ruptura entre las concepción que inspiran uno y otro modelo. Siempre puede encontrarse a quien está más predispuesto a ver continuidades y a quien es más propenso a detectar rupturas.
Ahora bien, si supone una desmercantilización, aunque parcial, de la fuerza de trabajo, como algunos autores han mostrado; si pudiera suponer una gran libertad para elegir el reparto que queremos hacer en nuestras vidas de los tres tipos de trabajo (remunerado, doméstico y voluntario); si pudiera servir como caja de resistencia obrera para mantener huelgas que actualmente son difíciles de prolongar por la mengua del salario que comporta; si sirviese para que muchas mujeres pudieran desligarse de la dependencia material de sus maridos; si, en definitiva, pudiera servir para incrementar la libertad de una gran parte de la ciudadanía por disponer de la existencia material garantizada por primera vez en la historia de nuestra especie...; si todo ello, digo, fuera posible gracias a una renta básica, creo que hay razones de peso para mantener que los elementos de discontinuidad con respecto al Estado de bienestar (basado, entre otros «supuestos», en el pleno empleo masculino, la seguridad en el puesto de trabajo y en los salarios) superan los elementos de continuidad.
¿Quiere decir que las cosas no van a ser como antes?
Después de 30 años de ofensiva, en parte ya ganada, por parte de los centros de decisión de las grandes transnacionales para acabar con la seguridad y el bienestar material que una gran parte de la población trabajadora de Europa Occidental y de América del Norte había conseguido, y después de los cambios estructurales que estos 30 años han supuesto, es razonable pensar que las cosas no volverán a ser como antes. En cualquier caso, si la renta básica pudiera servir para lograr estos decisivos objetivos tan brevemente enumerados, estaríamos hablando de un mundo con claras diferencias respecto el actual.
En su último libro afirma que sin unos recursos económicos mínimos es imposible ser libre.
Efectivamente. En el libro afirmo que para la bimilenaria concepción republicana de la libertad, una persona no es libre si no tiene la existencia material garantizada. Una persona no es libre si debe pedir cotidianamente permiso a otros para vivir, si «sólo puede vivir con su permiso», en la afortunada y gráfica expresión de Marx. Evidentemente, la pobreza significa imposibilidad de consumir bienes necesarios, tener dificultades de integración en la comunidad, mayor propensión a incurrir en determinadas patologías sociales y, también, otras carencias materiales y sociales. Todo esto es muy conocido. Pero la pobreza, además de todo lo anterior, también significa la dependencia de la avidez de otros; ruptura de la autoestima; finalmente, aislamiento social de quien la padece.
Si se parte, republicanamente, de la premisa de que igualdad y libertad no son dos objetivos a elegir independientemente uno del otro; si se parte de la convicción de que las grandes desigualdades sociales son un auténtico impedimento para la libertad de muchos millones de personas, entonces pocas explicaciones adicionales serán necesarias para poder comprender que los pobres no pueden ser libres. Y de forma inversa, esta falta de libertad de los pobres, la necesidad en que se hallan de pedir diariamente permiso a otros para poder subsistir alimenta a su vez un subsiguiente incremento de la desigualdad.
Este sistema de renta básica se podría trasladar al conjunto de la Unión Europea. ¿A medio plazo sería posible?
Sí, la propuesta de renta básica podría tener un ámbito tan grande como el de la Unión Europea. Desde el punto de vista técnico no habría muchos problemas. Desde el punto de vista político, claro está, hay muchos más. El que sea o no posible dependerá de la movilización social en su favor, de la defensa que hagan algunos partidos y movimientos sociales de la renta básica o de una combinación de todo ellos para lograr ese objetivo final.
Juanjo BASTERRA
¿Qué conclusiones obtiene del rechazo en el Congreso español a la propuesta de renta básica a inicios de octubre que fue presentada por ERC e ICV?
Que ERC e ICV fueron muy valientes presentando esta propuesta y la defendieron y estudiaron algunos de los argumentos académicamente bien establecidos. Y que la derecha española, catalana y vasca no leyó absolutamente nada, ni en diagonal, pero vieron claro que no les convenía.
El diputado del PNV Emilio Olabarria dijo que la instauración de la renta básica supondría otorgar «derecho legal a no trabajar». ¿Qué opina?
Bueno, no fue muy original, aunque por el tono juerguista que empleó, según pude leer en el Diario de sesiones, debía pensarse que era el colmo de la genialidad. Esta crítica, esgrimida por este diputado, ya salió una micromillonésima de segundo después de formularse por primera vez la propuesta de la renta básica hace más de 20 años, período en el cual ha habido mucha producción académica que nadie tiene la obligación de leerse, pero sí al menos debería mirar una pequeña parte de ella antes de atreverse a decir alegremente muchas mentecatadas. Curiosamente, los que acostumbran a indignarse por este «derecho legal a no trabajar» pasan de puntillas ante la evidencia de que ya en la sociedad actual existen personas que viven opulentamente de renta, sin trabajar.
El PSOE tampoco es partidario.
Hay alguna gente en su interior, especialmente de las juventudes, que me consta que sí son partidarios de la propuesta. Como partido, hoy por hoy, es evidente que no apoyan la renta básica.
El camino está resultando bastante duro, ¿tiene fuerzas para seguir adelante?
Ninguna persona que se haya tomado políticamente en serio la propuesta creo que haya pensado que el camino para su implantación iba a ser sencillo. Hablamos de una propuesta social que tendría consecuencias no pequeñas en ámbitos como el trabajo asalariado, la dependencia de muchas mujeres, la autonomía de la mayoría de personas, la libertad de buena parte de la población, la pobreza, etc. Por todo ello, hay personas y grupos que consideran a la renta básica un «peligro» y hasta «algo diabólico». Así pues el camino es y seguirá siendo duro. Nada nuevo bajo el sol.