Martin Anso Periodista
Solidaridad con las víctimas
Abro el correo y me topo con un mensaje de Alberto Frías invitándome a unas nuevas jornadas que ha organizado Eguzki sobre medio ambiente y en las que participa él mismo junto a una viceconsejera, un diputado y un catedrático. «Este Alberto sigue como siempre, no para», pienso, y ya me dispongo a seguir con mi trabajo cuando me dan la noticia de que acaban de detenerlo, sin duda, como consecuencia de su imputación en el 18/98. Tengo ante mí a otros dos imputados en el mismo sumario, a Sabino e Iñaki, seguros de que tarde o temprano también van a venir a por ellos. Son personas que, como Alberto, han estado yendo durante meses a las sesiones de la Casa de Campo; personas que en ningún momento han intentado eludir la acción del Tribunal; personas que están perfectamente localizadas todos los días en su puesto de trabajo y que incluso, como en el caso de Alberto, desarrollan una actividad pública, como lo evidencian jornadas como las que anunciaba en el correo con el que encabezo estas líneas. Y pienso que por qué, en lugar de citarlos, van a detenerlos, por qué han de añadir más oprobio a la injusticia ya de por sí irreparable que se ha cometido con ellos y en la que -lamentablemente todo apunta en esa dirección- piensan seguir profundizando sin medida. Y, nada más haberme planteado esta pregunta, siento rabia de mí mismo por la candidez que evidencia, porque conozco la respuesta de sobra: los detienen porque, por encima de los discursos vacuos sobre paz, derechos y libertades, todo vale a la hora de mostrar músculo contra el «terrorismo».
No he terminado de escribir estas líneas y ya llegan noticias de que han detenido también a Salu, a Zalaka, a Mario... y a otras muchas personas.
No tengo palabras para definir a los responsables de esta salvajada. Miento; en realidad, tengo un montón; de hecho, me sobran. Pero en estos momentos sólo quiero (y puedo) escribir tres y no dirigidas a ellos, sino a sus víctimas, o sea, a Alberto, a todos los hasta ahora citados, a Karlos, a Teresa... y a los demás: Un fuerte abrazo.