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Gángsters en los guettos neoyorquinos

Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Hay ofertas que difícilmente podemos rechazar. Algunas tienen que ver con la mitificación que el cine y la literatura hacen y han hecho del crimen organizado. «El Padrino», de Mario Puzo, empuja (hasta donde puede) al ciudadano corriente a identificarse con los problemas familiares y las ansias de prosperar de los mafiosos. Está claro que, a veces, la ley de la omerta resulta bastante más seductora, por lo de clandestina y al margen, que algunas de las leyes que nos rigen y supuestamente se basan en la justicia. Sea cual fuere la forma de acceder hasta él, el poder tiene su erótica y los gangsters, también. Odiados y mitificados a la vez, sus vidas poco recomendables son y han sido material suculento para la fabrica de sueños. Primero llegaron los italianos, con la saga de «El Padrino», «Érase una vez en América», «Los Intocables de Elliot Ness»... Después los irlandeses, las tríadas chinas, los yakuza japoneses y últimamente la mafia rusa y la del este (David Cronenberg y su «Promesas del este»). Pero la tradición de retratar la vida de la mafia en América da mucho de sí y las historias del crimen organizado no se agotan. En breve asistiremos al estreno de «American Gangster». Según dicen, una de las producciones «más caras, comerciales y violentas» de este año. Dirigida por encargo por Ridley Scott, protagonizada por Denzel Washington y Russell Crowe, es el biopic de Frank Lukas. Un tipo corriente que se convertiría en uno de los grandes del trafico de heroína del Nueva York de los 70 y fuente de inspiración para muchos gángsters afroamericanos. El guionista de la película -Steven Zaillan, autor de «La lista de Schindler» y «Gangs of New York»- parece que no ha salvado al filme de las poco alabadas interpretaciones de Crowe y Washington, aunque eso no ha sido un problema para la taquilla.

Para equilibrar la balanza, el documentalista Marc Levin da voz al que en su día el «New York Times» tildara de «intocable», de ahí el titulo de la cinta («Mr. Untouchable»), Nicky Barnes. El arrogante mafioso, que se dejó retratar por el rotativo, vive hoy bajo un programa de protección de testigos que le impide mostrarse físicamente. Es por ello que su voz rota y su silueta son las encargadas de ofrecer su testimonio, duro, poco «conciliador». Enemigos declarados, tanto Lukas como Barnes fueron encausados y encarcelados. A diferencia del segundo, el primero en su silla de ruedas disfruta de los privilegios que le dio delatar a unos cien policías corruptos.

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