Para la ministra, un voto y un sabotaje vienen a ser lo mismo
A pesar de que considera «ilegal» consultar la opinión ciudadana, la ministra española de Fomento no duda en decir que el TAV cuenta con el «consenso y apoyo de la mayoría de la sociedad vasca»
Txotxe ANDUEZA
La ministra española de Fomento llegó ayer a tierra vasca, según la nota oficial a «supervisar las obras del subtramo Arrazua-Ubarrundia/Legutiano de la `Y vasca'». El despliegue fue fenomenal, pero el tiempo para supervisar las obras, cero, y el desplazamiento al norte carecía totalmente de sentido. Entonces, ¿qué justificaba este viaje? A nadie se le escapa -y el final de la intervención de la ministra en una carpa instalada «a pie de obra» lo terminó confirmando- que el Estado español apuesta fuerte por el TAV. Los números cantan. Y los montajes mediáticos, aún más.
Dos microbuses repletos de periodistas, ataviados con chalecos reflectantes y cascos, llegaron poco antes de las doce del mediodía de ayer a la carpa instalada en el trazado de la Eibar-Gasteiz que está sobre el túnel de Luku, el primero que se está construyendo de los 23 que tendrá el TAV a su paso por los tres territorios de la CAV.
La densa niebla y el hielo, que en aquellos momentos empezaba apenas a derretirse bajo el sol, daban un aspecto casi lunar a un paisaje que las obras para las grandes infraestructuras que allí confluyen ha cambiado de forma escandalosa. El monte bajo, la vegetación... han dado paso a kilómetros de asfalto, nudos, puentes, túneles, autopista y vía para alta velocidad. En medio, un pequeño pueblo, Luku, hasta ahora entorno rural, como perdido en tierra de nadie. Al igual que el muy cercano Urbina. Ambos han quedado atrapados en ese nudo de comunicaciones que la ministra vino a imponer, que no vender, rodeada de impresionantes medidas de seguridad.
Alvarez compareció acompañada del delegado del Gobierno español en la CAV, Paulino Luesma, y del presidente de Adif (empresa estatal que gestiona el mantenimiento de las infraestructuras ferroviarias del Estado español). A este último correspondió explicar las cifras de esta infraestructuras. La ministra se reservó para sí la propaganda. Pero no una propaganda de tono amable, sino la cara agria de quien viene a dejar claro que «no nos importa lo que tú pienses, lo que queremos es que te quede claro que esta infraestructura la vamos a hacer».
La ministra Alvarez empezó su intervención peleando con un micrófono que se negó a funcionar hasta que se le ocurrió soltar un egun on que se oyó alto y claro a través del sistema de megafonía. Y a partir de ahí, se dedicó a confirmar lo evidente: que el Gobierno de Rodríguez Zapatero tiene «especial interés» en que se construya la denominada «Y vasca», porque es una línea «imprescindible para la cohesión territorial». De España, se entiende. Pero no había hecho este viaje para repetir sólo ese tipo de obviedades y otras relativas a la sintonía con la administración de Lakua, a la importancia de afrontar conjuntamente el compromiso del TAV.
Magdalena Alvarez tenía una misión, que no era otra que dejar claro que la «minoría social» que rechaza el TAV no tiene nada que hacer, que no permitirán que esta infraestructura se convierta «en otro Leizaran», que la alta velocidad en el País Vasco «es irreversible» y que «no vamos a consentir que se paralice, se retrase o se entorpezca». Por eso, «tanto las consultas ilegales como las campañas de sabotaje han tenido una respuesta contundente y la seguirán teniendo, tanto en los tribunales como en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado».
Alvarez tuvo el tiempo justo para fotografiarse en un marco incomparable: pisando un tramo aún cerrado de la autopista Eibar-Gasteiz y con el túnel para el TAV que se construye en Luku al fondo. Menos mal que el mítico Gorbea quedaba a su espalda, fuera y lejos de su campo de visión.