Putin trata al final de apuntalar la unión con Bielorrusia
El presidente ruso, Vladimir Putin, viajó ayer a Minsk en un intento de apuntalar las relaciones con la vecina Bielorrusia, enrarecidas recientemente por la polémica en torno al gas. La coincidencia del viaje con los últimos meses de mandato del Kremlin dispararon los rumores sobre un plan de Putin para apuntalar y presidir un futuro Estado unificado.
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Horas antes de que el avión presidencial llegara a la capital bielorrusa, Minsk, el ruso Pavel Borodine, secretario de Estado de la Unión Rusia-Bielorrusia, creada en 1997, reconocía que el plan «se desarrolla con grandes dificultades».
Dificultades que tienen que ver con el aumento reciente por parte de Rusia del precio del gas y del petróleo a pagar por el país vecino la respuesta por parte de Bielorrusia, que ha consistido en dejar fuera a compañías rusas en varios procesos de privatización de empresas locales.
Hace tan sólo unos días, el presidente bielorruso, Alexandre Lukashenko, aseguró que la visión del congreso del partido Rusia Unida que aclamó a Vladimir Putin como su candidato le dio «ganas de vomitar».
Ambos tenían previsto cenar ayer y hoy celebrarán un encuentro oficial en el que discutirán «los preparativos de un acta constitucional para un período de transición y la cuestión de la introducción de una moneda única», anunció Borodine.
Tres variantes de Unión
Borodine desgranó la existencia de gtres variantes de reparto de poder entre Moscú y Minsk en el seno de la superestructura. El primero reservaría al presidente ruso la presidencia de la Unión, condenando a la vicepresidencia al presidente de Bielorrusia (Rusia Blanca).
El segundo esquema prevé una Presidencia por turno alterno durante períodos de siete años. La tercera variante a estudio propone que el presidente de la Unión sea elegido por sufragio universal organizado en ambos países. Los presidentes de estos últimos se convertirán en vicepresidentes del ente supraestatal.
La coincidencia de la visita de Putin con la extensa e inagotable rumorología en torno a su futuro ha disparado las especulaciones, inmediatamente desmentidas por ambas partes, sobre la posible reconversión de Putin en presidente del nuevo ente, toda vez que no puede presentarse al Kremlin en 2008.
Con todo, los analistas recuerdan que la integración de Bielorrusia (10 millones de habitantes) y Rusia (142 millones) es imposible en la práctica y destacan como otro factor la ambición política de Lukashenko.
El Gobierno de este último vuelve a estar en el punto de mira de Occidente después de que un líder opositor que viajó recientemente a EEUU, Zmiter Fedaruk, resultara herido por la Policía y hospitalizado cuando protestaba contra la visita de Putin.
Fedaruk formó parte de una delegación opositora que fue recibida por el mismísmo presidente de EEUU, George W. Bush.
La Casa Blanca puso esta vez el grito en el cielo.
La oposición, que no ha ocultado su intención de liderar una «revolución de colores» similar a las registradas en Georgia y Ucrania, acusó al Gobierno de intentar hacer una demostración de fuerza ante Putin.
Rusia e Irán anunciaron ayer un acuerdo por el que la primera se compromete a reanudar las obras de construcción de la central nuclear de Buchehr, en el sur del país musulmán.
La parte rusa se remitió a finales de diciembre para detallar plazos de construccción y de la partida de Rusia hacia Irán del combustible nuclear necesario para ponerla en marcha.
Presionada por Occidente, Rusia ha justificado los continuos retrasos en los trabajos por problemas de financiación.
Rusia no excluye forzar a Irán a que acepte una cogestión de la central.
Analistas occidentales apuntan a que el Kremlin utiliza Buchehr como medio de presión para forzar la transparencia iraní.
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