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Movimientos políticos en los Balcanes

La situación en los Balcanes viene determinada por tres hechos que, hasta cierto punto, pueden marcar un antes y un después en la actual fase política de esa región. Fase marcada por la resolución del estatus final de Kosovo y la reacción serbia al respecto. En primer lugar, durante el primer semestre de este año la presidencia de turno de la UE recae sobre Eslovenia. Nada más tomar el puesto, las autoridades eslovenas han dicho que la independencia de Kosovo no será inmediata y, a su vez, han señalado su disposición a firmar el acuerdo para acelerar el ingreso de Serbia en la UE, a pesar de no haber entregado a los criminales de guerra. Los dos elementos han sido presentados como independientes, pero a nadie escapa que son parte de una misma operación diplomática que busca poner precio a la independencia de Kosovo. Por otro lado, las fuerzas del Parlamento de Kosovo llegaron ayer a un acuerdo para formar el Gobierno en el que, siguiendo las recomendaciones del Plan Ahtisaari -aun sin estar vigente-, reservaron una representación significativa para las minorías, incluida la serbia. Por último, el 20 de enero se celebran elecciones en Serbia con dos claros favoritos a pasar la primera ronda (el aliado de la UE, Tadic, y el enemigo de la independencia kosovar, Nikolic). Junto con ellos, será determinante de cara a la segunda ronda un peligroso árbitro, el actual primer ministro Kostunica.

Todos los agentes están obligados a forzar la máquina al máximo, bien para conseguir sus objetivos bien para bloquear los acuerdos que posibiliten los proyectos de sus adversarios. Los mandatarios europeos necesitan una salida pactada y rápida, los kosovares un estatus definitivo y los serbios marcar un objetivo claro en uno u otro sentido. En esas ecuaciones diplomáticas las poblaciones serbias y kosovares aparecen como un simple adorno. Por principio y experiencia, ni los unos ni los otros tienen razones para confiar ni en Europa ni en sus respectivos líderes. Sin embargo, tanto en un lado como en el otro, es la ciudadanía serbia y kosovar la que tiene la última palabra. Pese a quien pese.

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