En la historia ignorada de nuestro pueblo, en su letra pequeña y cotidiana, hay miles de personas anónimas, en la sombra. No son héroes ni ocupan puestos relevantes. Son ciudadanos normales que en un momento de su vida, sin esperarlo, se ven enfrentados a situaciones terribles y nos sorprenden por su valor y compromiso.

Los médicos sabemos que la doctora que firmó el informe de ingreso de Igor Portu podía haber hecho lo que hacen muchos «colegas» forenses y abstenerse de escribir que el paciente informa haber sido golpeado con puños y patadas. Podía haber mirado para otro lado, pero sopesó los riesgos, los filtró a través de su ética y decidió informar de lo que veía. Actuó con profesionalidad dando un testimonio que muy pocos darían.

El anónimo de Arrasate que de forma voluntaria declara en el juzgado de Bergara que las detenciones fueron a esta hora y de esta manera, sabiendo que se está poniendo frente a la maquinaria de un ministro despiadado que le puede triturar, demuestra una solidaridad y una entereza difíciles de comprender para la mayoría en una sociedad individualista.

Todos conocemos en nuestros pueblos a personas que han dado respuestas parecidas en situaciones comprometidas y todos sabemos que aquí siempre hay alguien dispuesto a dar la cara ante la injusticia y que no estamos solos. Es un orgullo contar con gente así y, aunque no les hagamos homenajes, los tenemos siempre en nuestro corazón.

La solidaridad es la sonrisa de los pueblos.