Ya empiezan las frustraciones en las filas de la derechona. Ahora le toca el turno de queja a Iñaki Ezkerra, que, dolido por la derrota de Gallardón, lo comparaba con Josu Jon Imaz ayer en «La Razón». Lean, lean:

«Iban las cosas realmente bien. No convenía decirlo en alto, pero el PP empezaba a tener más que posibilidades de ganar las elecciones de marzo. El gran escollo del voto catalán que Rajoy tenía en contra se estaba disolviendo gracias a la catástrofe del AVE de Maleni. Y las ingratitudes de Zapatero hacia PRISA, fruto del engreimiento y la endogamia del poder, eran también un excelente augurio. ¿Cuándo el PSOE iba a encontrar una cadena de radio tan incondicional (...)?». O sea, viento en popa y a toda vela...

Ya llegan los lamentos: «Y cuando todo comenzaba a ir bien para el PP surge el pifostio de Gallardón. Gallardón dice que va a dejar la política después del 9-M por la negativa de Rajoy a incluirle en las listas al Congreso de Diputados. Lo que despierta esta noticia, sin duda calamitosa, no son ganas de reñirle a nadie sino preocupación y preguntas tan inquietantes como elementales: ¿es Gallardón el Imaz del PP? ¿Se nos va con Gallardón la posibilidad de algo parecido a una verdadera derecha liberal en ese partido? ¿Significa la falta de sitio en la Cámara Baja para Gallardón que no hay sitio para el conservadurismo moderado en España?». ¿Y dónde creía Ezkerra que se había metido?

Y el ex izquierdista que se ha apuntado, alegre, a las filas de la derechona nacionalista hispana se muestra angustiado: «a uno sólo le queda seguir haciéndose preguntas. ¿Adónde va el PP? ¿Hacia la radicalización derechista en vísperas de unas generales en las que siempre ha triunfado quien representa mejor el centro? Porque no olvidemos tampoco que Zapatero ganó las últimas gracias al señuelo del `talante', o sea de la moderación, no de la radicalidad en la que se instaló después». Pues parece que va cuesta abajo. Y eso le duele sobremanera a Ezkerra, que también hizo su apuesta en tiempos de Mayor Oreja y también perdió. Es el triste destino de los barcos a la deriva: terminan en naufragio.