LAS FOTOS PERDIDAS DE CAPA, TARO y SEYMOUR
El tesoro de tres fotógrafos
La recuperación de tres cajas con 127 carretes minuciosamente etiquetados con más de 3.000 negativos de Robert Capa, Gerda Taro y David «Chim» Seymour ha abierto una puerta a la investigación del trabajo que realizaron los tres célebres fotógrafos. Muchas de las instantáneas inéditas corresponden a episodios de la Guerra del 36 en Euskal Herria, aunque de momento no se han publicado ninguna de ellas. Ahora queda esperar a que el IPC las muestre al público.
Haritz RODRIGUEZ | DONOSTIA
Robert Capa (Budapest 1913–Thai Bin 1954), Gerda Taro (Stuttgart 1910–cerca de Brunete 1937) y David Chim Seymour (Varsovia 1911–Suez 1956) fueron algo más que tres compañeros de trabajo durante la cobertura de la Guerra del 36 y otros acontecimientos de la primera mitad del siglo XX. Una estrecha amistad unió a los tres fotógrafos, además de su compromiso antifascista, y en el caso de Taro y Capa, la relación llegó a ser sentimental. Su trabajo es bien conocido por los aficionados a la fotografía, y también por quienes no lo son tanto. Una de sus fotos se ha convertido con el paso del tiempo en referente de su trabajo. Se trata de la instantánea titulada “Muerte de un miliciano”, no exenta de polémica incluso en los días que corren. Los tres periodistas gráficos son, probablemente, la expresión más destacada del fotoperiodismo del siglo pasado. Tras la II Guerra Mundial, Capa y Seymour acabarían fundando la famosa Agencia Magnum, en colaboración con Henri Cartier- Bresson y George Rodger. Taro murió en el frente durante la retirada de la Batalla de Brunete.
Su trabajo fue reproducido por publicaciones de prestigio como “Berliner Illustrirte Zeitung”, “Illustrated London News”, “Saturday Evening Post”, “Schweizer Illustrierte Zeitung”, “Weekly Illustrated”, “Der Welt Spiege”, “Zilrcher Illustrierte”, “Ce Soir”, “Picture post”, “Match”, “Vu” “Life”, “Collier’s”, “Holliday” y “Regards” entre los años 1932 y 1954. Esta última era la publicación del Partido Comunista Francés (PCF). Y es que los tres se caracterizaron por su militancia –digamos fotográfica– de izquierda, lo que a la postre les costaría la persecución por parte de los nazis.
Su trabajo es bien conocido en Euskal Herria, tal y como recordó ayer el fotógrafo Juantxo Egaña, puesto que inmortalizaron algunos de los episodios más dramáticos de nuestra historia contemporánea. De Capa es bien conocida, entre otras, las fotografía tomada durante el bombardeo de Bilbo, en la que se aprecia a una mujer acompañada de su hija, con la temerosa mirada fijada en el cielo (mayo de 1937). También las que captó en el alto de Sollube, una serie en la que aparecen varios soldados republicanos parapetados detrás de un coche con matrícula de Donostia (SS). A diferencia de Capa, Taro no fue testigo de los horrores de la guerra en Euskal Herria. Su trabajo se centró mayormente en el frente catalán, en Barcelona y Valencia. En cuanto a Seymour, su fotografía más conocida por estos lares es la tomada en Zornotza, en la que se aprecia a un capitán de capellanes oficiando una misa de campaña para un grupo de gudaris que enarbolan la ikurriña. Es ésta la foto que ofrece una pista clara sobre la autoría de algunas de las imágenes aparecidas ahora, puesto que en una de las cajas halladas se hace referencia a Zornotza e inmediatamente después puede leerse Messe de Campagne, es decir, misa de campaña, lo que apunta a Chim como el autor de esas instantáneas.
La maleta perdida
Robert Capa huyó desde el Estado francés a EEUU en 1939, por temor a las represalias que se podían derivar de su simpatía con los partidos de izquierda. Su archivo de imágenes, entre las que estaban las tomadas en Euskal Herria, permaneció en el estudio de París. A finales de aquel año, o a principios del siguiente, solicitó a su amigo personal, ayudante y colega de profesión Imre Weisz que pusiera los negativos a buen recaudo. Y es que el avance de las tropas nazis se preveía para entonces imparable. Al parecer, Weisz cargó con el archivo hasta Marsella, donde fue hecho prisionero y posteriormente encerrado en un campo de concentración de Argel.
No obstante, antes de ser detenido, los negativos fueron a parar, no se sabe muy bien cómo, a manos del general mexicano Francisco Aguilar González –quien luchó a las órdenes de Pancho Villa y fue un defensor acérrimo de la República y los refugiados–, que por aquel enconces ejercía de diplomático.
Tanto Aguilar como Weisz escaparon finalmente a México –éste último desde Casablanca tras embarcar en el buque Serpa Pinto– aunque parece que jamás volvieron a ponerse en contacto, si alguna vez lo estuvieron.
Todo indicaba que el importante legado que ahora ha vuelto a ver la luz había desaparecido y, de hecho, ni en la biografía autorizada de Capa ni en el libro “The definitive collection” se hace mención alguna. Hasta que, en 1995, la hija del general mexicano notificó al International Center of Photography –tras haber visto una exposición de Capa sobre la Guerra del 36– que había heredado una serie de carretes que contenían fotos coetáneas, lo que puso detrás de la pista a las pocas personas que habían oído hablar del maletín que había realizado un largo periplo desde París a Marsella y de aquí a la Ciudad de México, donde aún permanecían. Pero el excesivo celo de quien estaba en posesión de los negativos impidió que finalmente pudiera saberse nada de los mismos. Fue la cineasta británica afincada en el país azteca Trisha Ziff quien finalmente consiguió que los negativos fueran enviados al International Center of Photography, fundado por Cornell Capa, hermano del famoso fotógrafo. Al parecer, la certeza de que las fotografías iban a quedar en buenas manos fue lo que convenció a los descendientes de Aguilar.
Entre ellas, según ha señalado la propia Ziff, existen retratos de Taro tomados por Capa mientras dormía, así como instantáneas inéditas de Ernest Hemingway y de Federico García Lorca, poco antes de ser fusilado por los franquistas. Pero también existen numerosas fotos relacionadas con Euskal Herria, a saber, imágenes del lehendakari José Antonio Agirre, de Dolores Ibarruri La Pasionaria y muchas otras tomadas en diferentes localidades vascas. Además, hay quien espera que aparezcan los originales de “Muerte de un miliciano”, para zanjar definitivamente la posibilidad, como se ha insinuado, de que fuera un «montaje».