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Familiares de más de cien víctimas de la hormona de crecimiento piden justicia

Más de cien jóvenes han fallecido en el Estado francés tras haber sido tratados, de niños, con la hormona de crecimiento. Dieciséis años después del primer caso, sus familias piden justicia en el juicio que sentará en el banquillo a siete responsables médicos.

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Durante cuatro meses siete médicos franceses, que se declaran inocentes, deberán defenderse de las «graves faltas de imprudencia y negligencia» de las que han sido acusados en relación al tratamiento de 1.698 niños, 111 de los cuales murieron, con la hormona de crecimiento, utilizada para reactivar el crecimiento de los niños demasiado pequeños. Esta hormona se fabricaba hasta 1988 a partir de la hipófisis, una glándula craneal tomada de cadáveres. Desde entonces, pasó de ser una hormona de extracción a una hormona de síntesis.

Según la acusación, las faltas imputadas están relacionadas con la recogida, acondicionamiento y distribución de esta hormona. A través de ella, añade, inocularon a las víctimas la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (MCJ), una dolencia degenerativa mortal.

La Fiscalía acusa de homicidio involuntario a Jean-Claude Job, de 85 años y antiguo responsable de la asociación Francee Hipofisis, que recibió del Estado el monopolio para la recogida y acondicionamiento de esta hormona, y a otros seis responsables médicos.

La alerta saltó en diciembre de 1991, cuando los padres de Llyassil, muerto a los quince años, tras siete de tratamiento, presentaron una denuncia.

Las investigaciones evidenciaron que, ante la creciente demanda, France Hipofisis multiplicó las imprudencias para intensificar la recogida de muestras, al firmar acuerdos con establecimientos de riesgo (neurología, geriatría...) y la oferta de primas a los ayudantes de laboratorio que incitaban a las «extracciones salvajes».

El Estado indemnizó a las víctimas sin esperar la resolución de los tribunales, pero las familias quieren «que se haga justicia» en los tribunales.

desórdenes

Más de un centenar de padres vieron cómo sus hijos sufrían desórdenes neurológicos que les afectaban a la visión y al equilibrio, y les causaban cefaleas y regresión intelectual antes de morir.

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