Mike Leigh arranca risas y ovaciones en la Berlinale y Morris congela la sonrisa
El británico Mike Leigh refrescó ayer la Berlinale con «Happy-Go-Lucky», un elogio a la felicidad por mucho que las criaturas felices puedan enervar al resto del mundo, en una jornada compartida con el documental «Standard Operating Procedure», sobre las torturas a presos iraquíes en Abu Ghraib. La primera despertó risas y ovaciones, la segunda, pese a su minuciosidad, no logró despertar la empatía. Un film asiático completó la sección oficial.
Gemma CASADEVALL | BERLÍN
«El mundo no es maravilloso, por eso es importante responder con optimismo al negativismo de la vida», afirmó Mike Leigh sobre el mundo que retrata en su comedia, construida sobre una joven londinense empeñada en ser feliz.
Poppy, interpretado por Sally Hawins, es esa muchacha inmune a la amargura que viste como vive, en colorines. El reverso de la moneda es Scott -Eddie Marsan-, un profesor de autoescuela torturado y «torturante», enfermo de su propia bilis interior. Del cruce de ambos surge un film delicioso con escenas magistrales, como una clase de flamenco impartida por una sevillana que trata de inculcar a su alumnado el secreto del taconeo como arma para marcar el territorio, en la vida y en el amor.
«Poppy es una muchacha que ama la vida», resumió Hawins. El acierto de Leigh consiste en reflejarlo y a la vez demostrar que Poppy no es una Party Girl sin cerebro, sino un ser dotado de una enorme sensibilidad para captar traumas ajenos y dar respuestas adultas, cuando la situación lo requiere. Leigh encandiló a la Berlinale con una película que se aparta de su estilo más social o dramático, como «Secretos y mentiras» (1996) . «No es una película de seres blancos o negros, es una película con seres dominados por el lado oscuro o por el lado positivo, pero sin unilateralidad», dijo Leigh.
Horas antes se proyectó «Bam Gua Nat» -«Day and Night»-, del coreano Hong Sangsoo, un film algo hueco, pero agradable, sobre el diario de un coreano huido a París por un problema policial. El hombre alterna las conversaciones nocturnas con su esposa, en Seúl, con largos paseos con una bolsa de plástico por un mundo que no le pertenece, donde ni se roza con los franceses y donde su único reducto son los compatriotas.
Fuera de concurso se proyectó «El pollo, el pez y el cangrejo real», un «thriller gastronómico» en clave de documental del director José Luis López Linares., cuyo punto de partida es un cocinero real, Jesús Almagro, metido cuatro meses en una cocina ideando tres platos para participar en el concurso culinario francés Bocuse d'Or.
La comedia del director de «Secretos y mentiras» se apoya en una joven londinense que está empeñada en ser feliz y que se cruza con un torturado profesor de autoescuela.
La jornada de ayer estuvo marcada por el pase del film de Errol Morris, el primer documental a competición en la historia del festival. Morris secciona, con la meticulosidad de un forense, las fotografías que en 2003 sacudieron al mundo, en que se mostraba a soldados estadounidenses humillando y torturando a presos iraquíes y posando sonrientes. Dispone de un material de excepción: los testimonios de sus protagonistas, como el de la soldado England. Morris plantea que lo ocurrido no fue obra de unos soldados, sino que respondía a una estrategia concreta refrendada desde arriba. El problema es que los 118 minutos de frío documental no despiertan la empatía.