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Nicola Lococo Filósofo

El inglés ordinario

Lo de ordinario... me lo creo. Lo de hablar inglés, lo veo algo más difícil

Acabo de escucharlo en las noticias y no termino de darle crédito. Según parece, nuestro cejudo presidente, que ejerce ora de Jocker ora de Mr. Bean, cuando no de ambos a un tiempo, se ha despachado de nuevo con una de sus muchas mitineras ocurrencias que sorprenden a propios y extraños, para regocijo de la oposición y el resto; en esta ocasión a expensas de los planes de estudios, que ya tocaba.

Todos esperábamos que algo así ocurriera -a la reforma educativa, me refiero-, pues urge una educación científico-técnica que capacite al alumnado para afrontar el mundo globalizado, una concienzuda labor docente para, como hacen en Finlandia, dotar al alumnado de un mayor dominio del lenguaje propio, tanto oral como escrito, así como en su expresión y comprensión, por no hablar de elevar de una vez las mermadas capacidades matemáticas que la entera población muestra a día de hoy más allá del tecleo de los números telefónicos. Qué decir de formar en el criterio propio, la particular opinión, el dominio de pensamiento y un autoconocimiento del propio yo y colectivo, en cuestiones religiosas, antropológicas, históricas y, por supuesto, cívicas. Sin embargo, nada de esto es lo que se nos ofrece como primicia nostradámica, sino aquella que nos aventura que de aquí a una década nuestros sufridos escolares, estarán en disposición de hablar inglés de modo ordinario.

Lo de ordinario... me lo creo. Lo de hablar inglés, lo veo algo más difícil. Creo que no sería el único en darme con un canto en los dientes si los mismos supieran ponerle la tilde al dichoso inglés donde éste debe llevarla en nuestro correcto castellano.... Y no es que yo sea pájaro de mal agüero, sino que hablo por propia experiencia, dado que he pasado los peores ratos de mi vida aprendiendo tan funesto idioma, con sangre, sudor, lágrimas, buenos pellizcos económicos y un tiempo que, de haberlo dedicado a idiomas como el portugués, el francés o el italiano, seguramente de mí habrían hecho un políglota y no un polídiota, que es en lo que nos convierte el aprendizaje de esta lengua ajena a las hermanas latinas.

Aunque bien oído y escuchado, el inglés ya se habla ordinariamente por partida doble, haciendo de nuestro país toda una ansar-inglish school donde quien más quien menos chiquitea lo que puede ¡Jar a Candemor! Cuando pide a la dependienta: «Un afterchei», disfruta el güiquén; acude a ver los pleyof; vuela en clase bisnis, si es que no ha sufrido el overvuquin; toma un refresco lait mientras lee un betsele publicitado por un marquetin agresivo, y escucha en un afteaüer el último singel que es un itpareid, cosa que ha contado a sus frends por email, desde el jol del jotel antes de hacer yoguin cerca del parquin, o de hacer zapin en la televisión para olvidarse del bulin que sufre del bos. Eceterin, eceterin, eceterin.

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