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Floren Aoiz Escritor

Poseídos por la euforia policial

Dicen que La Moncloa se apodera de sus inquilinos sumergiéndolos en una burbuja de arrogancia que les impide ver la realidad. También suele ocurrirles que se convencen de que ellos sí van a tener éxito en la «batalla del norte». Ellos sí van a dominar a los vascones, por utilizar los términos de los reyes godos que una y otra vez afirmaban haber ganado la misma guerra, sin lograrlo jamás. Estos políticos terminan por sentirse superiores a sus predecesores, a los que consideran menos decididos, más timoratos, menos sutiles, más burdos; en resumen, peores. Ellos sí que saben. Van a poner la pica no en Flandes, ni siquiera en Lizartza, como cree haber hecho Otaola, sino en todos y cada uno de los pueblos, ciudades y barrios de Euskal Herria.

Y al final, aunque ensayen alguna variante, todos vuelven a lo mismo: ordenar a las fuerzas de seguridad dar leña a la izquierda abertzale e intentar atemorizar a quienes pudieran solidarizarse con ella. Pero lo hacen seguros de haber inventado la receta mágica, brillando sobre la mediocridad de quienes desempeñaron esa responsabilidad con anterioridad. Se deben sentir arrebatados por el placer de decidir sobre la vida de los demás y demostrar que pueden detener a cientos de personas y llenar cada día más celdas. Sienten el poder, lo saborean. El Estado español es muy grande y muy fuerte, y los vascos son poquita cosa, no tienen nada que hacer frente a tanto poderío.

Estos días he leído artículos que reflejan este estado de ánimo. Es la euforia de la represión: Batasuna acorralada, ETA más débil que nunca, la izquierda abertzale a la puerta de las catacumbas. Me pregunto si se creen sus propias patochadas. Todos los manuales de contrainsurgencia subrayan que la represión debe acompañarse de mensajes como éstos, que son la música de fondo de toda persecución, pero me cuesta creer que no se hayan parado a pensar que quienes fracasaron antes también fueron víctimas de esa euforia y se creyeron sus propios delirios. Quienes estaban en el gobierno de González debieran recordarlo. Y los que escriben esas sandeces, que ya hicieron el ridículo afirmando lo mismo muchas veces, por ejemplo en 1992, también.

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