Maite SOROA
Se revuelve Aznar
Estaba cantado que la independencia de Kosovo revolvería las entrañas de los unionistas de cualquier clase y condición. Por eso no extrañó ayer que José María Aznar saltara a las páginas de «La Razón» para dejar sentado que «En el caso del reconocimiento de la declaración unilateral de independencia por el parlamento de Kosovo es un ejemplo más de la confusión que reina en la política de hoy en día. Y hay que decirlo claramente: reconocer a Kosovo en la situación actual y en la forma actual es un error que traerá graves consecuencias».
Se preguntará alguien por qué se angustia tanto el ex-presidente hispano. Lo contesta él mismo y es que no se fía de nadie: «Suele decirse que Kosovo es un caso tan singular que no implicará ejemplo alguno para otros grupos separatistas en Europa. Pero, ¿qué principio rector podremos anteponer ahora ante los serbios-kosovares para impedir que ellos también demanden su independencia y elijan libremente unirse a Serbia? ¿Por qué tiene que quedarse Mitrovica, por ejemplo, bajo la férula de Pristina? (...) los independentismos, separatismos y nacionalismos excluyentes aunque tengan una base y una agenda racional, se mueven por pasiones y sentimientos irracionales, por lo que no cabe concluir que, con la experiencia que tenemos, se vayan a comportar según nuestra propia lógica». O sea que el racional es él. ¡Que modesto José Mari!
Y vuelve a la carga con sus temores: «Cierto, el País Vasco, Flandes, Escocia, nada tiene que ver con la situación de Kosovo, pero ese no es el problema. La realidad es que si los kosovares acceden a su independencia y soberanía de la forma en que lo hacen, eso supone crear una posibilidad, un horizonte y una esperanza de que para otros, una opción similar también será posible cuando llegue su momento. Tal vez no ahora ni mañana. Pero en un futuro. Si ellos sí, por qué yo no, será lo que nos digan algún día. Y reconociendo a Kosovo hoy en estas circunstancias, nos estamos desarmando para poder enfren- tarnos a esa fatídica pregunta». Pues qué bien.
Lo que le duele a José Mari es quedarse sin argumentos. No cae en la cuenta de que nunca los ha tenido. Por eso siempre ha recurrido a la fuerza y la bravuconada. Por estos pagos ya lo conocemos.