El entretenido y emocionante documental «El viaje del emperador» ayudó a imponer una línea dramatizada de película sobre la naturaleza, ideal para todos los que nos aburrimos con los reportajes para televisión que siguen la vida de los animales. Es de agradecer, por parte de los profanos en la materia, el tratamiento ameno y divulgador adoptado en «Los reyes del Ártico» y, más aún, viniendo de toda una institución como National Geographic. Sin renunciar al interés por la investigación científica que guía sus trabajos de campo, han sabido ofrecer un espectáculo para padres e hijos, del que puede disfrutar por igual el público infantil y el adulto. La idea se acerca asimismo a la que siempre puso en práctica Walt Disney, quien buscaba la identificación de los niños con los animales a base de atribuir a estos rasgos humanos y nombres propios. La osa polar y la morsa protagonistas se llaman Nanu y Seela, y son observadas constantemente en un entorno familiar. Los acontecimientos más graves de su existencia son afrontados desde un prisma sentimental, a fin de evitar la violencia explícita de la lucha por la supervivencia.

La elección de dos especies concretas se ha hecho a modo representativo de los problemas de subsistencia que padece la fauna del Ártico, por culpa de un cambio climático que está omnipresente, aunque no se haga una mención directa al mismo. La actitud ecologista de la pareja de realizadores formada por el matrimonio Adam Ravetch-Sarah Robertson queda clara, después de haber convivido con sus criaturas durante quince largos años en condiciones de alto riesgo. Las han visto nacer, crecer y multiplicarse en un contexto natural cada vez más adverso.