Se acaba un ciclo en el Athletic. Uno de sus últimos iconos, Julen Guerrero, deja el club. Era un secreto a voces, pero la junta de Fernando García Macua no había procedido a la rescisión de su contrato. Ayer, sobre las 19.00 de la tarde, la entidad de Ibaigane hizo oficial un comunicado de tres puntos en los que informaba de la desvinculación del ex jugador portugalujo del conjunto vizcaino.

En la nota, el club afirma que «la junta directiva del Athletic ha dado hoy por concluida la relación contractual indefinida que la entidad mantenía con Julen Guerrero, de acuerdo con lo establecido en la legislación laboral». En otras palabras, que Julen Guerrero no seguirá dentro de la institución y que se le abonarán, según parece, alrededor de 240.000 euros como indemnización.

En el segundo punto del comunicado, el Athletic aseguró que «tras varios meses de reuniones entre representantes del club y Julen Guerrero, en los que se ha trabajado por acercar posiciones para satisfacer los intereses de ambas partes, no ha sido posible llegar a un acuerdo definitivo». Conversaciones que comenzaron bien arrancada la legislatura del equipo de García Macua y después de que el portugalujo había aspirado a la dirección deportiva del club en la plancha de Juan Carlos Ercoreca.

Finalmente, en el tercer apartado, el club mantiene vigente su oferta a Guerrero para que se incorpore al staff técnico del club con un nuevo contrato hasta el final del mandado de la directiva actual. Por tanto, el comunicado señaló que «la junta directiva del Athletic valora en su justa medida la trayectoria de Julen Guerrero como uno de los grandes jugadores de la historia del club, y quiere manifestar que mantiene las puertas del Athletic Club abiertas a cualquier tipo de colaboración en el futuro». Según las informaciones apuntadas en los últimos días, todo parece indicar que el jarrillero desechará la oferta presentada por el equipo de gobierno de Ibaigane.

Con la rescisión de Guerrero, el Athletic da por finalizada una relación que ha durado 26 años. Y es que el portugalujo entró en Lezama a los ocho años, debutó a los 18 con el primer equipo y se retiró a los 32 tras una propuesta de Lamikiz para que dejase el fútbol en activo.

Una trayectoria con luces y sombras. Grandes claros con sus años iniciales, donde deslumbró y se convirtió en el gran icono del Athletic de principios y mediados de los noventa. Sin embargo, desde 1999 comenzó a ser un habitual del banquillo. Su situación dentro del club no fue nada fácil y su participación fue cada vez menor, un cóctel que provocó una incómoda situación alrededor de un entorno donde acumulaba tanto seguidores como detractores.