Jaime RODRÍGUEZ SALÍS

Es el triunfo del esfuerzo, de la pasión, de la dedicación a algo determinado, en su caso la pintura. El desastre del 36 le tocó con apenas 18 años, éxodo, orfandad; Irun... un pueblo quemado, abandonado, con la mitad de su población en el exilio. Menchu no dudó. En su pueblo, con sus inquietudes, su necesidad de aprender, de luchar, no tenía nada que hacer. El lugar apropiado era Madrid. Venía todos los veranos a llenar sus pupilas con los azules, verdes y grises de Ondarraitz y Txingudi. Pero en Madrid tenía la posibilidad de aprender con Vázquez Díaz, Benjamín Palencia y los grandes pintores que recalaban en la gran ciudad, con los cuales tuvo una muy buena relación debido a su gran talento. Tenía avidez de paisaje y pronto en sus lienzos se reflejaron los trigales de Castilla y los viñedos riojanos de Remelluri, aunque podemos asegurar que siguió siendo el País Vasco su principal fuente de inspiración.

Agur, Menchu. Egun handira arte!