Martin Garitano Periodista
Una reflexión (otra) tras las elecciones
Emplear el término «debacle» para describir los resultados del PNV en las elecciones al Congreso y Senado españoles puede parecer un tanto exagerado. Tal vez lo sea, pero tan cierto como ello es que en la cúpula de Sabin Etxea y en las propias filas de la base social jelkide se presiente el escalofrío que produce el desalojo del poder delegado que ahora ejerce -desde hace tres décadas y de modo casi absoluto- en los tres territorios de la CAV. No dedicaré esta breve reflexión a lo saludable que en términos democráticos resultaría un desplazamiento de esa naturaleza, aunque sólo fuera para comprobar cuanto nacionalista de pacotilla vive al calor y agradable confort que otorgan diputaciones, gobiernos y sus subsiguientes pedanías -públicas y privadas-. Me interesa otros aspecto de la cuestión.
Ahora que los resultados han sido, en sus propias palabras, francamente malos, se abre en el PNV una línea de reflexión que busca atajar la constante sangría electoral. Según la nueva tesis (de la que son valedores personajes tan representativos como el presidente del EBB o el alcalde de Bilbo) los cambios habidos en la sociedad, que ahora Urkullu llama «posmoderna», casi veinte años después de que lo hicieran los de la extinta EE, exigen cambios en los planteamientos partidarios, modificaciones sustanciales en el discurso, aggiornamiento, en suma, para pegarse al terreno y correr tras la sociedad para venderle un producto similar al que demanda.
Nada más lejos, pienso, de la política real. Nada más cerca del marketing meramente electoral. Así habría de hacerse si de lo que se tratara fuera de mantener cuota de poder y administrarla luego a conveniencia propia, aún a costa de vaciar de contenidos la oferta política. No, desde luego, si de lo que se trata es precisamente de mejorar las cosas, progresar en las ideas de la igualdad, fraternidad y solidaridad, de hacer que la propia sociedad avance. Alienarse junto a una sociedad a la que el propio Poder trata de alienar cada día no es política. Es la búsqueda desesperada del negocio. O sea, Eurovisión frente a Aberri Eguna.